Así no, Manolo
“Estoy emocionado con la solidaridad que está mostrando el pueblo de Tenerife”. Apenas habían pasado quince minutos desde que Manuel Artiles pusiera en marcha su nuevo ‘Telemaratón solidario’ para que alguien de la responsabilidad que debiera llevar aparejada un cargo político como el presidente del Cabildo de Tenerife cayera en la cuenta del enorme disparate que estaba soltando en cámara.
El señor Carlos Alonso, que hace sólo unos meses relevó al sempiterno Ricardo Melchior en la institución insular, venía a decir realmente ante el micrófono y la cámara de Mírame TV que la labor de su administración era tan sumamente chapucera que el problema del hambre en la isla lo tenía que venir a arreglar un showman televisivo. En otras palabras, para que ustedes lo entiendan, ahora no es labor de un Cabildo velar por los servicios sociales, sino que todo hay que dejarlo al buen tuntún de un presentador para que haga share con un drama y encima los políticos se presten a esta charada.
Para que nadie entienda lo que no es, siempre mantendré firme el principio de que nadie debe irse a la cama sin haber comido caliente, que resulta esencial y tendría que ser de obligado cumplimiento que todos hicieran las tres comidas básicas y, seguramente, tras la masiva recogida de alimentos del pasado 21 de diciembre de 2013, muchas personas habrán podido tener algo que llevarse a la boca durante varios días y alguna que otra semana. Sin embargo, el precio a pagar es que una televisión ha hecho un espectáculo con su drama y seguramente eso ya no guste tanto.
A Manolo Artiles hay que reconocerle su habilidad para reinventarse, para resurgir una y mil veces de sus cenizas económicas, que es un tipo que sabe cómo enganchar al gran público y meterse en el bolsillo a los políticos de una y otra tendencia. Pero, al mismo tiempo, le pierde ese afán de protagonismo, ese ego exacerbado, ese yo, yo, yo. De acuerdo que ha sido capaz de poner de acuerdo a instituciones y empresas para que donen cientos de toneladas de alimentos y que puede merecer un aplauso por conseguirlo, pero al mismo tiempo merece una desaprobación por mercadear unas décimas de share con algo que no le resulta agradable a quienes sufren el acostarse sin haber probado ni un mísero trozo de pan.
Por eso, hay que destacar en estas líneas finales la gran labor de Cáritas Diocesana que, sin autobombo, de manera totalmente silenciosa, cubre las carencias vitamínicas y proteicas de millones de personas al día. Y esa es la verdadera caridad, la que se hace de corazón sin pedir nada a cambio o, en el caso de Artiles, sin tener que montar un show frenético y desenfrenado. Así no, Manolo.
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Máximo Medina -