Estudiantes fuera de lugar y pasados de la raya
La juventud de hoy en día no sabe divertirse. No es una cuestión de generalizar porque, ya se sabe, toda generalización acarrea verdaderas injusticias, pero lo que es cierto de todo punto es que muchos chicos viven tan deprisa la vida que a los pocos años no les quedan alicientes y tienen que buscar en el riesgo su modus vivendi. El problema es que sus hazañas suelen acabar con resultados catastróficos y dejando a sus familiares con el alma en vilo o completamente destrozados ante la imprudencia y la temeridad.
Siempre saldrá el típico y el clásico sabihondo que dirá que las locuras de juventud se quitan con los años y que, al fin y a la postre, quién no ha sido joven y, por tanto, ha cometido locuras. Sí, cierto es que cuando uno está en esa edad del pavo uno puede pillarse una melopea, hacer ligeramente el hooligang en el metro (algo que no pasaba de vociferar un poco más de la cuenta) o la clásica gamberrada de llamar a los telefonillos a horas intempestivas. Sin embargo, no recuerdo tener a un grupo de amigos que quisieran jugarse la vida porque sí.
Y eso es lo que sucedió el pasado fin de semana en una residencia de la Universidad Alfonso X El Sabio, en Madrid, donde una fiesta de cumpleaños estuvo a punto de causar la muerte de algún joven por la ingesta de una porción de tarta de marihuana. Sí, ya no se conforman con meterse un buen lingotazo de alcohol. No, ahora hay que traspasar los límites con drogas y, si me apuran, en vez de apagar las velas, las esnifamos
.ya puestos, a por todas.
Dice el rector que la Universidad que se han abierto los expedientes pertinentes y que, por tanto, se procederá a aplicar el castigo correspondiente. Aquí deberíamos de dejarnos de medias tintas. Aquí lo que toca es la expulsión inmediata de unos alumnos que mueren, pero no precisamente por el saber, sino por pasarse (y nunca mejor dicho) de la raya. Creo que se debe aplicar un severo correctivo a quien no sólo ha puesto en peligro su propia vida, sino que ha puesto en riesgo la seriedad de una institución que inculca otro tipo de valores, los de formas a personas para el mundo real, no es el de los fumados.
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