Dietas: ¡Mucho ojo con quienes prometen bajar diez kilos en diez días!
A pocos días ya para que llegue el mes de agosto y se produzca en España el gran éxodo hacia las zonas de playas, empiezan a crecer exponencialmente aquellas personas que buscan un milagro de última hora para poder lucir palmito en la orilla del mar. Después de once meses de holganza, dejando que el cuerpo se expanda como Pedro por su casa, ahora vienen las prisas, los agobios y las agonías por querer estar hecho un pincel (como si esto fuese un chasquear de dedos y, por arte de magia, la decena de kilos cogidos de septiembre a julio se fuesen sin mayor problema). Como todo en la vida, lo que no se ha hecho en 11 meses, no se puede hacer en pocos días, pero aún así siempre habrá quien esté dispuesto a poner no sólo en riesgo su salud, sino también adelgazar su billetera.
Hace unos días, el canal Nova, de Atresmedia, ofrecía un reportaje de investigación sobre las llamadas dietas milagro, todas ellas rechazadas posteriormente por endocrinos que, aparte de ser celebridades en su parcela, tenían dos dedos de frente y le pedían a los futuros pardillos de esos métodos revolucionarios que no cayeran en la trampa de unas vanas promesas. Vanas porque, aunque la primera parte de lo estipulado se cumple, esa bajada radical de peso, lo que no se cuenta es que uno, o acaba esclavizado de por vida por la dieta o acabará recuperando los kilos perdidos e incluso con alguno de propina. No son métodos para adelgazar con salud y, sobre todo, reeducar a la persona en los buenos hábitos alimenticios.
Uno de los métodos que más me llamó la atención, especialmente por el padecimiento por el que pasó algún que otro paciente, fue el de la dieta de la sonda que, básicamente, venía a consistir en un tratamiento de diez días en el que podías perder hasta diez kilos alimentándote, obviamente, por ese aparato que debe acompañarte día y noche, incluso en la ducha. La escasa ingesta calórica, 300 por día, provoca, claramente, que se produzca una repentina y evidente bajada de peso. Pero después de los diez días, si es que se aguanta esa tortura medieval, ¿qué? ¿otra vez a ganar peso? El método no sólo es que te impida hacer vida normal, sobre todo si se está trabajando, es que la persona que se someta a ese remedio acabará con mareos producidos por la falta de combustible suficiente y es posible que acabe dejando la dieta, pero ya habrá aflojado lo que le interesa a los supuestos doctores que defienden esta solución, unos cientos o unos miles de euros.
De verdad, si ustedes desean adelgazar con salud, con criterio y con total seguridad, nada de dietas milagros, que no funcionan. Hay demasiado charlatán de feria que promete dar duros a cuatro pesetas y en realidad el duro es más falso que un billete de seis euros. Consulte a su endocrino y tenga en cuenta que si le hace falta bajar, por ejemplo, diez kilos, casi seguro que no va a ser ni en un mes ni en dos. Al final se cumple la máxima de que nadie regala nada y quien no se esfuerza, no llegará jamás a la meta que se proponga.
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