Bodegas Franco-Españolas: 125 años de exquisitos caldos
Si algo sobra en La Rioja son bodegas y además prácticamente todas con un sello superior de excelencia. Cualquiera de estos templos del vino sorprende a los más avezados amantes de la enología y, haciendo un símil con el arte religioso, es como visitar cualquiera de las catedrales o basílicas repartidas por la vieja Europa, todas gustan porque en sí, cada una, tiene su impronta personal. Pues bien, con las bodegas sucede exactamente lo mismo, cada una de ellas tiene un carácter especial que las diferencia del resto. No se trata de que sea mejor o no, sino que simplemente visitar cada una de ellas incrementa nuestro tamiz enológico.
En nuestro último viaje por tierras riojanas, donde terminamos nuestro periplo de siete días haciendo el inicio de la vertiente francesa del Camino de Santiago, tuvimos la ocasión de hacer una visita guiada a Bodegas Franco-Españolas, que es una de las grandes instalaciones de esta generosa tierra. Con sus casi 125 años de historia continúa siendo un referente a la hora de hablar del mundo del vino y lo acreditan sus más de 4 millones de botellas vendidas al año y que les da una clara idea de por qué a La Rioja se le conoce como la tierra con nombre de vino.
Bodegas Franco-Españolas se funda a orillas del río Ebro en 1890 gracias al apogeo que vivió La Rioja cuando los viticultores franceses se instalaron en la región para reemplazar con los vinos riojanos sus viñedos agonizantes por el ataque de la filoxera, una temida plaga que se llevaba por delante todo cultivo. Pues bien, viendo lo generosa que era la tierra de la antigua Beronia, llevó a Frederick Anglade Saurat de Burdeos a fundar con sus socios españoles Bodegas Franco-Españolas, un negocio que está a sólo unos meses de cumplir nada más y nada menos que 125 años.
Aparte, a modo de crónica social, esta bodega puede presumir de haber contado con visitas ilustres como las del escritor universal Ernst Hemingway o el rey Alfonso XIII. En manos de la Familia Eguizábal desde 1983, un clan muy querido por esas tierras (incluso el tristemente desaparecido Marcos Eguizábal llegó a ser presidente del CD Logroñés), en la actualidad Bodegas Franco-Españolas está inmersa en nuevos proyectos y comienza a ser un referente entre la oferta de ocio y cultura con sus propuestas enoturísticas.
Como cualquier bodega que se precie, Franco-Españolas ha tratado de mantener la esencia de su producción primigenia, pero adaptándose a las últimas innovaciones, para deleitar a los consumidores con sus insuperables caldos, unos vinos que están al alcance de cualquier bolsillo y que, como neófito en la materia, les puedo asegurar que no hace falta gastarse un pastón para disfrutar en casa de unos vinos excelsos. Eso sí, quien tenga el capricho de dejarse, por ejemplo, más de 200 euros en un vino para una ocasión especial, que tenga en cuenta que debe mimarlo como a un hijo y conservarlo en unas óptimas condiciones. Hay quienes han guardado durante años unos caldos superiores y cuando han ido a descorcharlos se han encontrado con sorpresas desagradables. Para empezar, cualquier vino, pero sobre todo esos que se guardan para momentos estelares, ni deben estar expuestos a la luz, deben conservarse en condiciones de humedad y, lo más importante, la botella tumbada para que el contenido esté en contacto con el corcho, de lo contrario, cuando se abra, se habrán perdido muchos matices y muchos contrastes.
Para más información y reserva para una inigualable visita guiada por sus instalaciones, encontrarán las oficinas y la propia bodega en Calle Cabo Noval, 2, 26009 Logroño, La Rioja, llamando al teléfono 941 25 13 00 o bien a través de la propia web www.francoespanolas.com
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Raquel -