'Low cost' Urdangarín: ¿cuándo irá volando a la cárcel?
La portada de El Mundo del pasado 3 de enero de 2015 sacaba una imagen de Iñaki Urdangarín viajando en Vueling, una aerolínea de bajo coste. Pretende hacernos creer este truhan de vía estrecha, este auténtico desahogado, este trincón a manos llenas, el caballero que se llevaba de calle talonmanos de muchos ceros a la derecha, que ahora no tiene prácticamente dónde caerse muerto y tiene que desplazarse de Bilbao a Barcelona en una aerolíneas de las llamadas low cost. Naranjas de la China. El Urmangarín de las narices tiene más dinero que ustedes y yo, pero otra cosa es que ahora tenga que hacer la campaña de la pena para ver si nos compadecemos de este completo sinvergüenza y caradura a partes iguales.
La imagen que todos querríamos ver no es la de un Duque de Palma viajando en turista en una compañía de vuelos baratos, sino entrando de una puñetera vez en la cárcel, a ser posible en compañía de su mujer, la Infanta Cristina, y de paso devolviendo la pasta que han ido pispando durante estos últimos años.
Porque, no nos engañemos, aquí no sólo es culpable Iñaki Urdangarín. ¿Ha mangado? Sí. ¿Se ha aprovechado de la situación de privilegio que tenía siendo miembro de la Casa Real? Sí, pero también es verdad que todas las granujadas y estafas que realizaba las hacía con el conocimiento, anuencia y aquiescencia de la propia Zarzuela. El padre de la Infanta, Don Juan Carlos I, debía ser conocedor de los atracos a mano armada de su yerno y si alega no conocerlos es que encima estamos ante un Rey consentidor y encima bobo de campeonato.
Lo que da rabia de este país es que, por mucho que se diga de que la Justicia es igual para todos, al final los privilegios siguen estando muy cerca de aquellos que, a pesar de haber mostrado un comportamiento alejado de los cánones del derecho, aún gozan de cierto prestigio social. Los únicos que no tienen culpa de todo esto son los niños que ha tenido el matrimonio y que deben sufrir en silencio el escarnio social por tener un padre chorizo y una madre consentidora (y sabedora) de las contonuas mangancias de su talonmanista marido.
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