La estrategia de Bartomeu: culpar al muerto
El actual presidente del Fútbol Club Barcelona, Josep María Bartomeu, está demostrando día tras día que nunca debió haber ocupado ese puesto más que el tiempo necesario entre la dimisión de Sandro Rosell y la convocatoria de unas elecciones urgentes. Sin embargo, este mediocre dirigente pensó que no iba a verse jamás en una ocasión tan pintiparada como ésta de poder lucir palmito y ahí que se quedó pegado a la poltrona con Supergén. Afortunadamente, le quedan unas semanas, tres meses a lo sumo, para seguir maldirigiendo los designios del conjunto culé.
De hecho, no sólo está implicado en las supuestas tramas de corruptelas que han señalado al Barcelona, sino que además, y esto es lo más grave, al menos desde un punto moral, ha intentado endilgarle la chapucería contable del fichaje de Neymar al ya fallecido Tito Vilanova. Es de tal bajeza ética lo que ha hecho el mandatario barcelonista que automáticamente debería haber presentado su dimisión al segundo de haber pronunciado estas palabras. Pero no. Bartomeu tiene tal rostro que no sólo ha seguido en su cargo, sino que además le imputa a Zubizarreta la responsabilidad en este apartado. De traca.
El problema es que entre Rosell y Bartomeu se han cargado la herencia que dejó un Jan Laporta al que le sobró seguramente algún año en el cargo, especialmente cuando ya fue clara su deriva hacia la política independentista. Pero fíjense si estos dos zotes lo han hecho tan mal que en unas hipotéticas elecciones ganaría de calle Laporta. Los socios del conjunto culé, ante la falta de alternativas más sólidos, prefieren quedarse con lo malo que con lo bueno por conocer. Pero está claro que el recuerdo de las dos Champions o el sextete del año 2009 aún queda en la memoria de los barcelonesas más acérrimos.
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