Susanita tiene un marrón, un marrón nada chiquitín
Ni una, ni dos, sino tres veces le han echado para atrás a la lista de Susana Díaz su investidura como presidenta de la Junta de Andalucía… y las que te rondaré morena (o rubia). La socialista, que se creyó la reina de Saba y que podía entrar por Ferraz y por la Moncloa como una elefanta en una cacharrería, empieza a tener que estar arrepentida en su fuero interno de la apuesta tan fuerte que hizo en su momento de adelantar las elecciones al 22 de marzo de 2015.
Ella creyó que el pueblo andaluz le iba a otorgar la mayoría absoluta y no sólo no hicieron eso sus votantes, sino que le otorgaron los mismos escaños que Griñán, 47, aunque con menos votos. Sí, esta vez el PSOE ganó las elecciones, pero al contrario que en las de 2012, cuando Arenas fue el ganador-perdedor, el acuerdo para poder ocupar el Palacio de San Telmo no iba a ser tan sencillo. Y todo porque la sultana sigue empeñada en ejercer de trilera profesional, pero los partidos que pueden darle el poder ya le han pillado el truco.
Y encima, con todo este retardo en ser investida y que puede llevarnos a un 5 de julio de 2015 sin presidenta electa y, por tanto, nos lleve a unas nuevas elecciones tras el verano, hace que surjan nuevos casos de corrupción, especie autóctona andaluza. Ahora, después de la indigestión de los ERE y los cursos de formación, llega al menú de los andaluces otra rueda de molino con la que es imposible comulgar, las concesiones irregulares en la mina de Aznalcóllar, firmadas por esta ‘brillante’ política a la que cada día que pasa le crecen más los enanos.
Como cantaban los payasos de la tele: “Susanita tiene un marrón”, pero en este caso es un marrón nada chiquitín. Esta política, al menos para los medios, empieza a ser una mina…y no la de Aznalcóllar, precisamente.
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