La cocina de la Pantoja y otros mangantes
Dicen que España es diferente y la verdad es que tienen toda la razón del mundo. Nuestro país ha llegado a un punto donde el ladrón, el sinvergüenza, el caradura, el vago y el incumplidor de las normas básicas de convivencia acaba triunfando sobre aquellas que siguen los preceptos legales y se esfuerzan día a día en su lugar de trabajo y en la vida en general.
Toda esta perorata viene a cuento del bochornoso espectáculo que acabamos de presenciar con la señora Isabel Pantoja, a la que acaban de dar un permiso carcelario de la prisión de Alcalá de Guadaíra y resulta que nos hemos venido a enterar de que un grupo de fans se ha dejado una pasta gansa en ponerle una cocina a todo trapo, dejándose en la empresa una pasta gansa. Hay quien confunde la admiración a una artista con la pérdida de la chaveta por alguien que, aunque de guante blanco, no deja de ser una delincuente que ahora purga sus pecados y sus mangancias entre barrotes.
Este país, y eso es lo triste del caso, ensalza a sus chorizos como si fuesen santos de estampita. Aquí nos roba desde un Dioni, pasando por el Pocero, Bárcenas, Blesa, Vera, Barrionuevo, Chaves o Griñán y resulta que en vez de que ellos lo pasen francamente mal en el talego, acaban saliendo dando lecciones magistrales a la sociedad, luciendo palmito por los platós de televisión, escribiendo libros u ofreciéndose como asesores de lo que sea.
Si este es el ejemplo que damos al resto del mundo, normal que la gente acabe votando opciones populistas en las elecciones, aunque éstas sean exactamente un calco de los mismos mangantes que abundan por las administraciones. Normal que luego todos se agolpen a las puertas de un presidio para ver salir a la señora Pantoja. Pero no podemos perder el oremus ni desviar el tiro. Esta artista, con todo su folclore y lo que ustedes quieran, ha sido una choriza de tomo y lomo, una mandante o una colaboradora necesaria en el atraco a todos los contribuyentes que hizo su entonces pareja, el señor Julián Muñoz, otro auténtico sinvergüenza que acabará viviendo del cuento y de las cuentas…suizas, of course.
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