Los Goya no hacen planes con 'Ocho apellidos catalanes'
Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy completamente de acuerdo con la decisión adoptada por los académicos de los Premios Goya. Me parece atinadísima la postura de no darle ni una sola nominación de ‘Ocho apellidos catalanes’. ¿Por qué? Muy sencillo, porque una película que ha sido rodada únicamente al socaire del éxito de ‘Ocho apellidos vascos’, pero que no aporta nada artístico, tan solo un innegable éxito de taquilla, no puede tener lugar en la ceremonia, siempre politizada, de la noche del cine español.
El enfado en la planta noble de Mediaset con los Goya creo que se escuchó hasta en Palermo. Vasile, que se cree poco menos que el Rey Midas, ha vuelto a ver como otro de sus caprichos no va a verse recompensado con el premio más importante del cine español. Es que, mire usted caballero, el hecho de que a alguien se le dé hacer bien un flan y sea premiado, no siempre tiene por qué tener el mismo resultado si hace el mismo flan, pero únicamente cambiándole el nombre. ‘Ocho apellidos catalanes’ sale del mismo molde que ‘Ocho apellidos vascos’. Puede ser que la primera sólo tuviese caramelo por encima y a la segunda le hayan añadido nata montada, pero nada más. Es una vulgar secuela.
Esto es lo mismo que cuando les dio a los norteamericanos por hacer varias sagas de ‘Supermán’, de ‘Pesadilla en Elm Street’ o de ‘Loca Academia de Policía’. Lógico que a la original se la premiase en su momento, pero por qué habría que darle galardones a las secuelas. Pues no, bastante logro es ya que tengan éxito en taquilla y que la gente siga picando. Al menos, en ese punto, más honrado y más honesto era Santiago Segura que nunca engañó a sus fieles con todas las ‘copias’ posteriores a ‘Torrente, el brazo tonta la ley’. Siempre dijo que sus películas eran malas de solemnidad y que en dos semanas él conseguía ganar dinero porque la gente iba como posesa a ver la cinta, aunque luego salieran del cine decepcionada y con ganas de estrangular al director.
Sin embargo, con ‘Ocho apellidos catalanes’ nos han querido vender gato por liebre, pero a los académicos de los Goya no se la han dado con queso y han mandado directamente la película a la papelera de reciclaje. Por cansina y por repetitiva.
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