Antonio Burgos tiene razón: ¡Las tiorras de las CUP y Bildu son feas del carajo!
Confieso mi predilección por Antonio Burgos. Alguien que tiene ese amor por los gatos tiene que ser necesariamente una excelente persona y, de propina, un supremo articulista que con su afinada ironía sevillana-gaditana crea escuela.
La primera referencia que tuve de Burgos se remonta a principios de los 90, cuando participaba en ‘Protagonistas’ (Onda Cero) en un desopilante espacio llamado ‘ El Debate sobre el Estado de la Nación’, con Luis del Olmo ejerciendo de maestro de ceremonias. Los comentarios acerados de este escritos siempre me parecieron oportunos y poco a poco comencé a leer sus tribunas periodísticas y algunos de sus libros decoran la estantería de la casa de mis padres, sobre todo los ejemplares dedicados a los gatos.
Lo mejor de este escritor y periodista es que nunca se calla nada y no se anda con rodeos ni medias tintas. Es de los que llaman al pan, pan y al vino, vino y por eso suscribo palabra por palabra el artículo que hizo el pasado 6 de enero de 2016 en ABC donde tildó de “tiorras feas” a las representantes femeninas de las CUP y Bildu. Y es que lo son del carajo. Uno no es un adonis, desde luego, pero es que a estas tipas comparten peluquero con el mamarracho proetarra de Arnaldo Otegi.
En las redes sociales le han dado para el pelo, pero a él le resbala. Y como es una cuestión que interesa y para que el personal pueda disfrutar de primera mano lo que escribió Burgos en el diario de Vocento, esta es la columna. ¡Que ustedes la gocen!
Enrique Montiel, almirante de las letras andaluzas que tiene su buque-insignia amarrado a un noray de plata quieta de la Caleta en la Real Isla de León, vulgo San Fernando, aparte de exégeta de su paisano Camarón, del que ha escrito una biografía sobrada de compás, tiene la gracia de la Bahía para poner nombre a las cosas. Esos Adanes gaditanos que en su paraíso de la marea vacía con luna llena clavan la realidad con una palabra. Y Montiel le tiene puesto nombre certero a mi querido y leído Pepe Oneto, con quien en compañía de mi compadre Alfonso Ussía he echado los mejores ratos en los mangazos de viajes internacionales que le pegábamos a la Philip Morris de Tito Hombravella, ora en el Moscú donde la momia de Lenin tembló al ver la corbata de Carrascal y donde por cinco dólares le compró el gorro con la estrella roja a un guardia de su tumba; ora en la República Sudafricana, donde descubrimos que el Príncipe Mangosuthu Buthelezi vestía de Pepe Marchena, cruzado con Porrinas de Badajoz y con Jesús Aguirre.
Montiel, con todo cariño, como el que yo le tengo, llama «El Flequi de la Isla» a Pepe Oneto. ¡Bingo en la denominación de origen! Desde que se retiró El Cordobés y, con la coleta, se cortó también el apéndice capilar que le caía sobre la frente, no ha habido en España flequillo más famoso que el de Pepe Oneto. Cumple las mismas funciones que la histórica ensaimada capilar de Anasagasti. Pero lo siento mucho, Pepe: ya eres el príncipe destronado del Flequillo de España. ¿Tú has visto el uniformado flequillo de las tías que han mandado a por tabaco a Arturo Mas, a las dirigentes de la CUP separatista catalana? ¡Esos sí que son flequillos, y que se quiten El Cordobés y Oneto! Al igual que a las pelorratas proetarras de Bildu les dicen genéricamente «Las Nekanes», estoy por sacar de pila como «Las Flequis» a estas horrorosas nekanes de la CUP, que aunque ronean de separatistas han prestado a España el impagable servicio de mandar a Mas a tomar por saco y de parar de momento «el procés», que es como le dicen ahora a lo que antes era soberanismo, luego derecho a decidir y más tarde autodeterminación de los encubridores del 3 por ciento y de Los Siete Niños de Pujol, su puñetero padre y esa madre que parece talmente la Seisdedos, sólo que sin ladrillo dentro del bolso para endiñarle al que va vestido de arlequín.
Y yo me pregunto, Montiel, Oneto, queridos e ilustres hijos de la Real Isla de León: ¿por qué las tiorras separatistas, ora vascongadas, ora catalanas, ora de Bildu, ora de CUP, han de ser tan feas? ¿Por qué van todas a peluqueros centralistas y españolistas, que se vengan de sus ideas separatistas haciéndoles esos peinados mortales de necesidad, de pelorratas a las Nekanes, con flequillos cortados con tiralíneas o con minipímer, como de Colón en su estatua de las Ramblas, a Las Flequis de la CUP? Yo, que soy monárquico por razones estéticas, por las mismas razones me repugna el separatismo, amor a la Patria aparte. ¿Por qué tiene que pedir la separación de Cataluña un tío tan feo como Junqueras? ¿Por qué los de ERC tienen que usar esas camisas negras mussolinianas, que las ves por la tele y te tira para atrás su olor a sudorina, del tiempo que hace que no se la cambian? Y cuando hay uno que va de guapito de cara, como de anuncio de loción para después del afeitado, cual Arturo Mas, vienen Las Flequis y lo mandan a la mismísima Venta del Nabo. A su lado, Las Supremas de Móstoles son Miss España. A su lado, las tres fulimandús de can-can de Toulouse-Lautrec o de «saloon» del Far West que han hecho de magas republicanas en Valencia, son Miss Universo y Miss Mundo en una sola pieza. En tiempos del cardenal Segura se decía que las había «feas, feísimas y de Acción Católica». Ahora las hay «feas, feísimas, nekanes pelorratas y Flequis de la CUP». No es que quieran separarse de España: es que quieren que las echemos. Por horrorosas y antiestéticas.
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pepa -