Almería dijo no a la ética de Julio 'El Rojo'
Y Almería escogió al Mono Amedio. Sí, los almerienses, pueblo noble e inteligente donde los haya, no se han tragado al general de Podemos, José Julio Rodríguez, y su impostado andalucismo. El militar de marras, el mismo que tuvo el mismo valor de perseguir a los piratas del Alakrana que el que muestra el torero-bombero a la hora de enfrentarse a un morlaco de 600 kilos, quiso metérsela doblada a los de la provincia andaluza, pero estos anduvieron con mucho tiento y, de paso, le acabaron dando el escaño podemita del 20 de diciembre de 2015 al PP en la jornada del 26-J.
Sin embargo, las reglas de la democracia para el general morado empiezan y acaban justo donde él pueda sacarle beneficio, es decir, la obtención de un sillón en el Congreso de los Diputados. Por eso, cuando apenas habían pasado 48 horas del varapalo de verse sin el escaño en la Cámara Baja, Julio ‘El Rojo’ cogió su ‘fusil virtual’, es decir Twitter, y se puso a calificar a una parte de los votantes de este país de gente carente de ética y de ser peligrosos para la democracia.
Claro, señor Rodríguez, es que para usted lo ético es que le hubiesen votado a usted. Es más, como decía el pasado jueves 30 de junio de 2016 el periodista Alfredo Urdaci en su editorial de 13TV, a usted le encantaría que en las próximas elecciones, además de enseñar el DNI al presidente de la mesa electoral, también tendremos que mostrar nuestra ética e igual si ésta no sale muy morada, tal vez no nos dejen ejercer nuestro democrático derecho al voto.
Insisto en elogiar a los ciudadanos de Almería por haber sido sabios y dejarle a usted sin escaño. Si ya nos da usted miedo con sus expresiones a través de las redes sociales, no quiero ni imaginarme de lo que podría ser usted capaz en el caso de que tuviera bajo su mando el Ministerio de Defensa. Quizá mandaría a Siberia a todos aquellos que usted no considerase dignos de su peculiar ética o tal vez imitar la ‘obra’ de Santiago Carrillo en Paracuellos. Porque usted, señor Rodríguez, aplica la ética a capricho, como ese niño que manipula el bote de salsa de tomate a su antojo, capaz de echar medio contenido del recipiente. Lo bueno es que hasta dentro de unos años no podrá aplicar su especial concepto de ética en la política nacional.
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