Día 1 del Camino de Santiago: de Sarria a Palas de Rei
¡Buen Camino!...y así hasta la infinidad. Hacer el equivalente a seis etapas en solo tres jornadas es lo que tiene, que vas a tener que decir ni se sabe cuántas veces la consabida frase. Pero es lo que toca y además con sumo gusto.
En este tercer encuentro con el Camino de Santiago, quería probar la parte final del Francés y al final, ya puestos para co seguir la famosa Compostela o Compostelana, la mejor opción era empezar desde Sarria, a unos 120 kilómetros del destino final. ¿Ambicioso reto para tres días? Tal vez, pero el primero ya está en el zurrón.
Lo importante en estos casos, amén de tener una buena forma física es tener una fortaleza mental a prueba de bombas y, sobre todo, de la temida pájara en etapas largas como la de hoy, con 47,5 kilómetros hasta llegar a Palas de Rei.
La jornada ya prometía fuertes emociones desde las seis de la mañana regalando a las piernas una costosa subida hasta alcanzar la Rúa Maior, después un poco más de ascenso hasta llegar a un mirador, bajadita pronunciada y luego otra dura subida. Sales de poco más de 300 metros sobre el nivel del mar y casi te pones en 700 en poco espacio recorrido.
Luego el camino llanea y poco a poco inicia el descenso hasta llegar a las inmediaciones del río Miño y disfrutar de una espectacular vista de Portomarín, fin de la etapa para algunos después de casi 23 kilómetros. En mi caso, aún había que echarle 25 más al saco.
Y aquí es donde insisto en tener una mentalidad firme porque, evidentemente, dejas por unos minutos de ver gente, la que salió de Portomarín a la hora en la que uno comenzaba la singladura en Sarria. Encima, subidita importante hasta llegar a Gonzar, donde un excelente restaurante esperaba para recargar fuerzas que, sin duda alguna, harían falta para después, donde ya cerca de las dos de la tarde el calor y el cansancio podrían ser un cóctel explosivo, máxime con otras dos subiditas interminables.
La parte final, pese a acabar en descenso, ya se hacía interminable, los dos últimos kilómetros se hacían el doble y la mochila ya era más que molesta, pero ahí toca ponerse el modo piloto automático y comerse los metros finales sin mirar a nada más que hacia delante. Una vez ya estás en Palas de Rei y sobre todo en esa bendita ducha reparadora, la alegría y el optimismo regresan de cara a mañana, rumbo a Arzua, pero esa historia ya la escribiremos.
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SILVIA RAMOS -