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Desde mi escaño

El sacrificio de Mireia Belmonte, el pelo de Sergio Ramos y la galbana de Rajoy

Más razón que un santo. Escribía Luis Ventoso hoy, 12 de agosto de 2016, en las páginas de ABC un elogioso artículo sobre la nadadora Mireia Belmonte donde, más allá de destacar lo ganado en las piscinas, que ya es un mérito muy a tener en cuenta, con un bronce y un oro en esta cita olímpica de Río de Janeiro, más lo que ha conseguido en campeonatos pretéritos, lo que realmente le importaba resaltar es la forma en la que las ha logrado, esfuerzo y sacrificio, dos de los valores que parecen no estar de moda en España.

Sí, queridos lectores, la historia de Belmonte se escribe sobre la base de una constancia increíble, un trabajo denodado, renunciando a las esencias de la diversión, de la holganza, de la galbana, de hacerse diariamente 20 kilómetros en la piscina, de salir a correr, de someterse a duros entrenamientos que, por supuesto, dan el fruto apetecido y deseado al término de las competiciones. Por supuesto que también influye la suerte, ese pelín de diosa fortuna en cada torneo, pero sin lo primero, sin el curro anónimo y en una piscina vacía día a día, no hay suerte que valga.

La nadadora catalana es consciente de que para estar ella en los papeles, abriendo portadas de medios de comunicación, tiene que ganar medallas, pero sabe que su éxito y su relevancia mediática son pasajeros. Ya en 2012, tras los Juegos Olímpicos de Londres, hacía una reflexión interesante cuando decía que en este país se le prestaba más atención a un cambio en el color de pelo de Sergio Ramos que a los logros conseguido por nuestras nadadoras. Y es verdad. Cualquier chorrada que suba el camero a su Instagram tiene enseguida una repercusión que, cual tsunami, se lleva por delante el restote hechos noticiables que haya en el deporte.

La pena es que la laboriosidad y el sacrificio de Mireia Belmonte no sean extrapolables, por ejemplo, a la esfera política. Habría que transplantar su ADN, consistente en unas ganas de trabajar por ser la número uno, a esos políticos que nos han traído hasta el mes de agosto de 2016 sin haber podido conformar aún un Gobierno. Pero, claro, ¿qué puedes pedirle a unos tipos que hacen dos reuniones y necesitan, en el caso de alguno en concreto, unos días de asueto coincidiendo, casualmente, con un puente? ¿Es o no así, señor Rajoy?

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