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Desde mi escaño

Ocho años del accidente del JK 5022 de Spanair y por fin a Mapfre le cortan las alas

Hace dos años (21 de julio de 2014), en relación al accidente del avión de Spanair JK 5022 que debía haber unido la vida de 154 pasajeros desde Madrid con la isla de Gran Canaria, escribí este artículo en ABC que tanto molestó en la empresa de seguros Mapfre, con llamada incluida por parte de alguien de su servicio de comunicación asegurándome que no había otro modo de calcular las indemnizaciones, que la caída del avión y posterior muerte de esas 154 personas era equivalente a un accidente de circulación:

Como un mero «accidente de tráfico», así definía lo que le había dicho la aseguradora Mapfre (que con esa respuesta rima con una palabra que empieza por ce y acaba en e) uno de los escasos supervivientes del vuelo JK5022 hace apenas unas semanas en el programa «El Cascabel», de 13TV. Y añadía con evidente ironía que cualquier accidente de circulación implica ir a más de 400 kilómetros de velocidad, elevarse cientos de metros por encima del suelo para, segundos después, estrellarse contra la pista, salirse de ella y ser devorados por una gran bola de fuego producto de la rotura de los depósitos de combustible, amén de quedar para siempre en un estado de shock que no compensará ninguna indemnización, por muy millonaria que sea ésta. Pero una cosa es que el dinero no devuelva vidas ni pueda hacer normales las de quienes salvaron la suya y otra bien distinta es tratar a quienes han vivido para contarlo como meros expedientes, una mercancía que se valora con unas tablas y a echar a correr millas. Eso en mi país o en cualquier rincón del mundo se llama desvergüenza.

Y es que, queridos lectores de ABC Canarias, como ustedes bien sabrán, estamos a un mes de que se cumpla nada más y nada menos que el sexto aniversario de esta catástrofe aérea que se llevó un 20 de agosto a 154 personas por delante en un vuelo que debía de unir Madrid con Gran Canaria y que nunca debió haber salido; pero eso ya, a estas alturas, es lo de menos, especular con lo que podría haber sucedido es perder el tiempo y hundirse más en la miseria. Ahora toca lo que toca, que es hacer Justicia de una vez por todas. Porque, aunque ustedes no lo crean, este caso lleva dando tumbos por los juzgados y hay personas a las que se les está negando el pan y la sal y, sobre todo, la compensación que merecen por un suceso que no desearía que lo viviera ni mi peor enemigo.

Inicialmente, algún lumbreras había previsto que el juicio por el cobro de las indemnizaciones se celebrase en febrero de 2015, pero la presión, ya no popular, sino de los hechos en sí, ha provocado (tampoco se me emocionen) que se adelante a noviembre de este año. Otra cosa será que las víctimas den con un juez sensible a lo que ha pasado y se calculen las indemnizaciones no como si fuese un accidente de tráfico, sino como lo que ha sido: una pesadilla que nadie quisiera pasar en la vida, ni siquiera en la peor de las pesadillas. Me gustaría que éste fuese el penúltimo artículo sobre este tema, que en el último acabase refiriéndome a que ya se ha hecho Justicia.

Por suerte, dos años después, los tribunales comienzan a dar la razón a los familiares de las víctimas y la cuantía a cobrar está muy por encima de los poco más de 200.000 euros con los que Mapfre y su comportamiento cafre pretendía solventar la papeleta. Por lo pronto, en Cataluña ya se le ha dado la razón a los familiares de una de las personas fallecidas y percibirá por encima de los 600.000 euros.

Sí, de acuerdo, esa cantidad no va a hacer que el muerto resucite, pero al menos no seamos cicateros ni intentemos arañarle céntimos al asunto. Bastante dolor ya han sufrido estas personas como para que encima vengan estos auténticos insensibles de la aseguradora a estar tocando las narices. Por fin, ahora sí que sí, parece que empieza a hacerse Justicia.

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