La egolatría de Pedro Sánchez
El ‘no’ como propuesta estrella y sin poner sobre la mesa una alternativa. Esa es la peculiar forma de Pedro Sánchez de hacer política en España. El líder del PSOE sigue empecinado desde el pasado 21 de diciembre de 2015 en su negativa a respaldar, aunque sea por la vía de la abstención, un Gobierno del Partido Popular y, muy en particular, de Mariano Rajoy, pero tampoco ofrece nada a cambio, salvo estar enrocado en una cerrazón constante y esperando, digo yo, a que le venga de rebote una Presidencia de Gobierno con sólo 85 escaños obtenidos en las elecciones del 26 de junio de 2016.
Sánchez es de los que cree que la esencia de la democracia empieza y termina en su figura. Su egolatría sólo es comparable a la de Pablo Iglesias, otro político que se ha creído imbuido de un aura celestial como si fuese el brazo incorrupto de Santa Teresa. Ellos, el del PSOE y el de Podemos, se piensan que los españoles debemos ser borregos o unos becerros de tomo y lomo y que sólo gracias a ellos veremos la luz y descubriremos por fin la verdadera política.
En realidad, la política de Sánchez, como la de Iglesias, se resume en un axioma muy sencillo, quítate tú para ponerme yo. Al de Ferraz le entusiasma la posibilidad de verse en la poltrona de la Moncloa y repartiendo juego cada viernes en el Consejo de Ministros. El poder es su especial forma de ‘coloque’ y por eso no tiene problemas en mostrar al resto de los ciudadanos españoles ese mono de Gobierno que tiene, algo que comparte con su esposa, a la que no sabe cómo podrá consolar si al final él se queda sin poder entrar bajo palio por la puerta del palacio presidencial.
Lo que llama la atención en Sánchez es que hable de debilidad del pacto de Mariano Rajoy cuando, amén de que el del PP le saque 52 diputados de diferencia, el acuerdo con Ciudadanos y CC supera en casi 40 diputados al que él presentó hace medio año en la sede de la Carrera de San Jerónimo. Ahí es donde se ve que a Sánchez sólo le importa su egregia figura y que el futuro de España le preocupa menos que un plan de economía quinquenal en Indonesia.
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