Los internautas ponen en su sitio a quienes desearon la muerte del pequeño 'torero' Adrián
Hemos dado un paso de gigante tras los insultos vertidos en las redes sociales al fallecido torero Víctor Barrio. La sociedad parece haberse concienciado de que no se le va a pasar ni media a todos aquellos que se dedican a soltar bilis en Facebook y Twitter. Gratis, por lo menos, no les va a salir a esos sujetos que, creyéndose anónimos, se podían permitir hasta la fecha todo tipo de ataques contra los practicantes y aficionados del Arte de Cuchares en este país. Pues se les acabó la impunidad.
Todo esto viene a cuento de esos impresentables elementos llamados, supuestamente, Manuel Ollero y Aizpea Etxezarraga que se dedicaron a desear la muerte de un crío de ocho años, Adrián, por la única razón de que éste, enfermo de cáncer, fue homenajeado con una corrida de toros para recaudar fondos y que pueda ser intervenido y, en un futuro, ya completamente recuperado, pueda dedicarse por entero a su vocación, la de ser torero.
Pues bien, esa pandilla de desalmados dijeron en las redes sociales, además con toda la mala baba de la que un ser humano puede hacer gala, que ojalá Adrián se muriera porque buscar tratamientos para salvar a una persona que luego pensaba matar a seres herbívoros era poco menos que un gasto innecesario y que no tenía sentido algunos. Vamos, directamente le vinieron a espetar un: “¡Vas a morir, Adrián, vas a morir!”
Por suerte, la gente no dejó escapar a estos dos elementos, a estas dos auténticas alimañas y, además de la consabida denuncia a las unidades de delitos tecnológicos y telemáticos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, la presión de muchos internautas fue tal que al final estos verdaderos cobardes tuvieron que cerrar sus cuentas en Twitter y Facebook.
En vez de pedir disculpas y mostrar un sentido arrepentimiento, optaron por lo más sencillo, una huida hacia delante, pero que tampoco les va a servir de mucho porque sus mensajes han sido capturados por los usuarios y seguro que a estas horas forman parte de una denuncia que se haya interpuesto ante un juzgado. Y es que, insisto, hay que agradecer que tengamos una sociedad lo suficientemente sana que sea capaz de ponerle freno a gente de esa calaña.
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