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Desde mi escaño

El avieso camarero de Berton (Bilbao): "¿Huevos con complementos? No, aquí hacemos txapelas"

El avieso camarero de Berton (Bilbao): "¿Huevos con complementos? No, aquí hacemos txapelas"

Bilbao, y todo el País Vasco, se distingue por ofrecer a propios y visitantes una gastronomía espectacular.

Pinchos por doquier, riquísimos caldos y unas cantidades y calidades que están fuera de toda discusión.

Sin embargo, siempre hay desertores del arado, auténticos zopencos con delantal que son lo más parecido a intentar razonar en sanscrito con la Mula Francis. Un ejercicio imposible a todas luces.

Un ejemplo claro lo conforma el restaurante Berton, en pleno Casco Viejo de la capital vizcaína, todo un templo de los que gustan de la buena mesa, pero que antes deben de lidiar, si tienen la desgracia de que les toque, como a mí me sucedió, un ejemplar de camarero que tiene la sensibilidad de un cardo borriquero.

Para empezar, llegamos al establecimiento sobre las 21:30 horas. Había una mesa libre en el exterior, aún con los vasos y platos usados de un servicio anterior que no habían sido recogidos. Nos sentamos y empezamos a ver que pasaban 5, 10 y casi hasta 15 minutos hasta que nuestro personaje con pinta de abertzale de barriada decidió salir a atendernos.

Ya es verdad que con la primera pregunta que el baranda nos hizo tendríamos que haber tomado las de Villadiego porque el tipo nos cuestiona sobre si lo que había sobre la mesa era nuestro. Una de dos, o el tipo iba directamente a tomarnos el pelo y a no atendernos en condiciones o es que ni siquiera sabe controlar qué clientes tiene en el negocio.

De mala gana nos recoge la mesa, se deja las servilletas usadas y nos trae, después de tener que ir dentro a recordárselo, la carta.

Hubo un plato que nos llamó la atención, huevos fritos con complementos, así que decidimos pedirlo, pero preguntar ante qué eran los complementos de marras. Eso sí, una vez más pasaron cinco y hasta diez minutos sin que el tipo se dignara a venir hasta la mesa para, cuando menos, nos tomara nota de la bebida. Nos dio tiempo hasta pasar a los cochanbrosos y asquerosos aseos del establecimiento y, en vista de que no venía, hubo que entrar para preguntarle.

Pues bien, cuando el tipo por fin se queda libre, le pedimos que nos detalle lo que son los complementos de esos huevos fritos y el tiparraco nos suelta que ellos no hacen huevos fritos, que hacen txapelas y ni tan siquiera nos permite repreguntarle por lo que son las txapelas porque se vuelve de espaldas a atender a otros comensales.

Una pena que por elementos así se eche a perder un restaurante y también deje por los suelos la imagen de cientos de profesionales adscritos a la restauración del Casco Viejo de Bilbao. Un personajazo de esa estirpe estaría mejor acarreando sacas o haciendo las veces de un burro dando vueltas a una noria, pero nunca puede estar atendiendo a los comensales o, en dos días, acaba con la clientela de cualquier restaurante o negocio de cara al público.

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