El PNV no cambia su discurso
La última víctima de ETA en el País Vasco, Eduardo Puelles, ha servido, una vez más, para desenmascar el doble juego que hasta la fecha había mantenido el Partido Nacionalista Vasco, PNV, sobre la manera en la que hay que comportarse frente a un atentado. Desgraciadamente, aquello de que los peneuvistas siempre esperaban que alguien moviera el árbol para ellos, posteriormente, recoger las nueces se ha visto reflejado claramente con el asesinato de este policía, con la salvedad de que alguien en la formación nacionalista no ha caído en la cuenta de que ya no se tienen las riendas de Euskadi, que no gobierna y que, por tanto, se ha quedado completamente desnudo ante la sociedad. Sí, a muchos aún les gustaría que la ley del silencio siguiera imperando en Guipuzcoa, Alava o Vicaya, pero no, eso ya no va a ser así, al menos mientras se mantenga el pacto PSOE-PP.
Algún iluminado en el PNV se le ocurrió redactar un comunicado en el que criticó el discurso de la viuda de Eduardo Puelles, asegurando que la viuda no debería de haber hablado, que mezcló todo, que nada tenía que ver este atentado con el hecho de que se le dé dinero a los familiares de presos etarras para que viajen a visitarlos. Es más, por no decir que estaba drogada (que es en realidad lo que pretendían decir desde la formación política) se tomaron la licencia política de afirmar que no se puede salir así, sedada, a soltar por la boca lo que, a su entender, son ideas confusas. Fue tal disparate de comunicaco que, incluso, el propio presidente del PNV, Iñigo Urkullu, tuvo que salir en defensa de esta mujer y precisar que tenía todo el derecho a opinar y manifestar sus ideas, faltaría más digo yo.
En fin, esperemos que, aunque a paso lento, este haya sido el primero de muchos movimientos de civismo que empiecen a darse en las Vascongadas. Muy lejos queda aquel episodio de Miguel Ángel Blanco y la movilización de todo un pueblo. Ahora podemos reengancharnos a esa voz que le diga firmemente a los proetarras que ya no tienen cabida en esta sociedad, que su tiempo se ha agotado. Pero no se trata únicamente de una labor superficial, de quitar la porquería visible. No, hay que ir al fondo de la cuestión, incluso en esas escuelas y en esas parroquias que, a pesar de su aparente inocencia, suelen ser viveros de víboras. Nunca mejor dicho, los problemas hay que cortarlos de raíz.
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Máximo Medina -