El declive de ciertas agencias de viaje
Lo de regalar duros a cuatro pesetas nunca ha sido un buen negocio, bien para quien lo propone o bien para quien acepta la ganga. De una u otra manera alguien sale perjudicado en este acuerdo comercial, la empresa o el cliente. Esto es lo que desgraciadamente, según me comenta un amigo que trabaja en una modesta agencia de viajes de Madrid, va a pasar con uno de los grupos importantes que opera en toda España. Asegura, y no le falta razón, que con un expediente de regulación de empleo en ciernes y un posible cierre empresarial posterior a los responsables de esta compañía no les importa morir matando, es decir poco menos que regalando los viajes y las estancias en complejos hoteleros de categoría.
Me confirma esta persona las sospechas que hace algunas fechas tenía yo sobre la conveniencia de poner viajes a las islas Canarias por 300 euros la estancia y el vuelo, todo incluido y encima con los niños gratis. No hay cuerpo ni empresa que lo resista, y no es que se trate de vender como sea esas últimas plazas, no, al parecer se está echando la casa por la ventana porque, probablemente, cuando llegue el 2010 esa empresa no tendrá ni casa ni ventana, será una de tantas empresas que tengan que echar el cierre.
Aún así, me insiste este amigo, no es de recibo que esta empresa, junto a otras, haya optado por una política tan agresiva. Cree que buscan cargarse a los pequeños agentes de viaje, evitar la más mínima competencia para así, una vez se haya extinguido todo rastro de touroperadores menores, hacer y deshacer a su antojo. Puede ser que lo consigan, pero igual en su apuesta tan arriesgada están jugando con miles de puestos de trabajo, ya no sólo los de la agencia, sino los que dependen de cierta manera de la llegada de los turistas. Y es que cuando se pone a menos de la mitad de lo que realmente cuesta una estancia en Tenerife, Gran Canaria o Fuerteventura, necesariamente se resiente el servicio que se le preste al turista, peor catering, peor sueldo que se paga a los empleados del hotel y una desmotivación que arrastra al famoso efecto dominó.
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Máximo Medina -