El lago de la suciedad
¿Es esta la imagen que queremos ofrecer al turista que visita Santa Cruz de Tenerife? Pues bien, de esta guisa, según mostraba el rotativo tinerfeño El Día, se hallaba el pasado martes en la tarde el lago de la Plaza de España, una instalación con poco más de un año de vida y que ya empieza a mostrar sensibles síntomas de abandono por parte de las autoridades competentes. Porque, miren ustedes, está muy bien eso de gastarse los dineros para embellecer y rehabilitar un lugar tan emblemático como éste (o como pueden ser otros), pero no basta con la acción, con llegar, sino que hay que estar pendiente del entorno, de su cuidado y darle un repaso adecuado cuando convenga.
De acuerdo que la entrada de aceite en la instalación no es una responsabilidad directa de Cabildo y o Ayuntamiento capitalino, más bien en este caso se trata de la nula displicencia de algún marinero que se ha puesto arrojar ese líquido sin medir las consecuencias. Pero vamos, que no se trata ya del hecho particular de la mancha de aceite, sino del descuido al que está siendo sometido este conjunto urbano que se había construido para darle a la ciudad un nuevo aire, un atractivo turístico del que se hablase en la isla y fuera de ella, que fuese referencia para el visitante cuando llegase a la ciudad.
El problema que ha habido con este lago es que desde el primer minuto comenzaron a surgir los problemas, que si servía de baño improvisado para combatir los rigores de la canícula, que si otros lo usaban para ver navegando sus maquetas náuticas, otros para pasear o simplemente meter los pies en la charca. En fin, el caso es que los operarios de la limpieza se hartan noche tras noche de sacar latas, papeles y otros residuos de muy dudosa (o no tanto) procedencia y uso (y viceversa). Es una pena que al final todo lo que se hace en esta ciudad acabe convirtiéndose en pasto del gamberrismo de unos pocos. Y es que tampoco hay que olvidar que toda la obra realizada por Herzog y De Meuron en la Plaza de España ya se ha visto también ‘decorada’ por esos pseudografiteros (los que de verdad son buenos aprovechan muros que se han habilitado al respecto) que creen que hacen arte y lo que verdaderamente acaban haciendo es un destrozo visual considerable.
Quizá no estaría de más empezar a multar a quienes se dedican a arrojar residuos al lago o se dedican a pintarrajear sin compasión los inmuebles que se han habilitado en torno al lago. Tal vez, por medio de la vía recaudatoria, sea la única manera en la que algunos comprendan que hay que respetar lo que es de todo. Si tanta gracia les hace el agua sucia o pintar los muros, seguro que en su casa tienen una bañera para arrojar la basura y unas paredes muy majas esperando a ver reflejadas en ella ese arte tan peculiar.
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Máximo Medina -