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Desde mi escaño

Libertad sesgada y empeñada

Libertad sesgada y empeñada

Hoy, hace justo 20 años, un grupo de valerosos y aventureros periodistas se disponía a sacar a la calle el 14 de noviembre, es decir exactamente un día como el de mañana, un proyecto de papel llamado La Gaceta de Canarias, un periódico que rompió por aquel entonces con el duopolio en Tenerife que imponían El Día y el Diario de Avisos. Aire fresco para un periodismo tangible y leíble (el de la radio y la televisión es sólo audible y/o visionable). Es más, desde sus inicios, la hoy extinta La Gaceta siempre tuvo como principio la idea de Canarias como región, olvidando y obviando cualquier confrontación regional, el llamado pleito regional. De hecho, en los últimos años, es el único diario en el Archipiélago que apostó claramente por una información de carácter autonómico, dándole toda la preponderancia posible, pero tampoco sin dejar de lado las peculiaridades de cada una de las siete islas.

 

Sin embargo, poco podían sospechar esos fundadores del rotativo, nacido al amparo de un entonces imberbe polígono industrial de Los Majuelos, que dos décadas después no estarían celebrando ese vigésimo aniversario de vida, sino el primer año de su defunción, perpetrada por un ignominioso empresario de la construcción, Fernando Peña Suárez. Al menos, ese es el consuelo que les queda a quienes han trabajado con denuedo y han permanecido desde sus primeros números, la Justicia comienza a restituir lentamente, pero al menos lo hace, los daños económicos causados a esa gran familia de trabajadores que sufrió la ineficacia de un nefasto personaje que destruyó no sólo el sustento de decenas de familias, sino también, siendo algo poético, un soplo de libertad y de pluralidad informativa.

 

La verdadera pena es que la desaparición de La Gaceta de Canarias ha contribuido en gran medida a lo que ha sucedido en otros medios de comunicación de las Islas. A nadie se le esconde que la pléyade de profesionales que quedaron ‘libres’ tras la infausta gestión del señor Peña y acompañante han supuesto una presión más que añadida en un mercado laboral, el de la prensa, que ofrece los puestos que tiene, muy pocos, y presenta una demanda de muy difícil ajuste. Vamos, ríanse ustedes de lo que son los amontonamientos en el metro de Tokio con respecto a lo que es la lucha de los periodistas por hallar un empleo en un medio de comunicación.

 

En fin, sólo me queda felicitar desde estas líneas a todos aquellos que hicieron posible la pervivencia de La Gaceta de Canarias durante todos estos años, darle las gracias a los responsables que en su momento me permitieron trabajar en esa fantástica casa donde, con los lógicos roces de la convivencia, todos éramos como una gran familia. Por lo menos, esos bellos recuerdos nadie conseguirá robárnoslos. Y, qué duda cabe, esos momentos reconfortan y dan para muchas anécdotas, tantas como para escribir un libro, por ejemplo.

 

2 comentarios

Lewis Rogers -

La derecha ataca, la izquierda duda, la realidad nos come día a día. La Gaceta fue un pozo repleto de agua en el que mucho bebieron, pero acabaron por secarlo con la codicia como principal punto negativo. Muchos se aprovecharon de ella y otros tantos la sufrieron. Al final, doctor Velarde, ocurrió como en Blade Runner, nos lo podrán quitar todo menos los recuerdos, esos son nuestros e intransferibles. Como en todos los finales que se precien tuvo que aparecer un iletrado para que diera el cerrojazo al sueño de unos cuantos que en ocasiones, pocas la verdad, traspasó a una sociedad a la que pretendía servir. Entre todas la mataron y ella sola se murió, aunque muchos indicios, quizás demasiados, apuntan a que el asesino fue sólo uno y que ojalá pague por ello. Incluso la honestidad de sus profesionales tuvo continuidad en otros medios, con lo cual su llama nunca se perderá del todo. Por mucho que le busco un 'happy end' no lo encuentro. Será que soy tan imperfecto como los partes del tiempo.

Máximo Medina -

La corta, pero intensa, vida de La Gaceta de Canarias, no daría para un libro sino para una enciclopedia. Por allí, primero en el 'barco' de la Avenida de El Paso, en el polígono de Los Majuelos, y luego en el 'submarino' debajo del Megacentro, creció, y, desgracidamanente, murió un proyecto que pretendía muchas cosas y que se quedó en las puertas de alcanzar su meta de mantenerse en el mercado. La Gaceta tuvo mucha suerte con los que trabajaron en ella, pero poca con lo que debieron gestionarla. De ser el periódico de La Laguna, pasó a ser un tabloide respetado y tenido en cuenta en cierta medida. Sin embargo, los propietarios que tuvo en su historia nunca supieron ver su papel dentro de la sociedad, sólo atinaron a mirar gastos e ingresos y/o beneficios. Con esas miras resulta imposible sacar adelante una idea en la que hubo mucha ilusión y al final mucho desencanto. La tercera vía del periodismo en Tenerife no se consolidó porque nadie miró hacia el futuro sino sólo pensó en hacer dinero fácil y rápido. Como dice en las películas americanas: "Fue bonito mientras duró", aunque la de La Gaceta fue una película donde la mezcla de la vida real tuvo lugar con todas sus consecuencias. No alcanzó el Oscar, aunque fue nominada en muchas ocasiones. Nunca se supo, eso sí, quién estaba tras la cámara... o si había cámara. El celuloide sí, porque quedó impreso en muchas y cansadas retinas.