El necesario éxodo venezolano
Ni un día más. Los venezolanos de bien, que entiendo que son la gran mayoría, incluso ese sector que está amedrentado por el dictador Hugo Chávez, no pueden seguir ni un día viviendo en ese país mientras siga en la poltrona (o en la jaula) ese particular gorila rojo. Si las libertades en la República Bolivariana de Venezuela habían quedado reducidas a la mínima expresión, con la astracanada de hace dos días, las expropiaciones porque a él le sale de sus reales decretos, los ciudadanos y los inversores extranjeros han podido comprobar que la legalidad que rige en ese país es tan seria como un chiste de Chiquito de la Calzada y tan segura, por ejemplo, como la defensa del Atlético de Madrid, es decir, un completo desastre y uno puede pasar de ser el más rico de la zona o de la calle a no tener absolutamente nada, y todo en base a la revolución y a la lucha de clases a las que alude este dictadorzuelo de tres al cuarto. Lo cierto es que ya tampoco llena de asombro el comportamiento de este político paticorto, máxime cuando estamos acostumbrados a verle completar espectaculares acciones como, por ejemplo, la del autogolpe de Estado para, finalmente, conseguir perpetuarse en el poder. Desde ese infausto abril o mayo de 2002, la sociedad venezolana ha visto como el caudillo bolivariano se ha cargado cualquier atisbo de libertad de expresión, se ha hecho con las empresas de capital extranjero o es capaz de ayudar a regímenes tan totalitarios y chabacanos como el suyo, entre ellos el del cocalero Evo Morales. Sin embargo, su país, su gente, se mueren de hambre y desesperación, pero todo es dado por bueno con tal de completar la verdadera revolución, que, digo yo, consistirá en no dejar a ningún partidario de Primero Justicia o cualquier otra fuerza que ose disputarle el más mínimo ápice de poder. De todas maneras, las expropiaciones por sus reales decretos que acometió hace pocos días no dejan lugar a la duda de que este dictador no pretende otra cosa que no sea ir contra todos aquellos que le puedan hacer frente. Estoy convencido de que el propietario de la galería de joyas o de las grandes casas que ordenó quedarse para el Estado, es decir para sí mismo, deben pertenecer a familias que no le han hecho el caldo gordo y esto, desgraciadamente, no deja de ser un preámbulo de lo que se viene encima. Nadie puede estar seguro de poseer hoy nada en Venezuela, especialmente si no te decantas partidario del orangután miraflorino. Es tan sencillo como que ustedes pueden estar perfectamente en sus casas, incluso de madrugada, y entra una cuadrilla de chavistas, con el mismísimo Hugo Chávez a la cabeza, y les echa a patadas de su propia residencia. ¿Cuál será el siguiente paso? ¿Quedarse con sus mujeres o sus hijas? Pues miren, tal y como anda este personaje, no descarten cualquier locura que pueda estar fraguándose en su única, pero maléfica y malvada neurona.
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Máximo Medina -