Colgarse medallas ajenas
El ministro del Interior, Alfredo Rubalcaba, ha salido a la palestra para ponerse las medallas por las últimas detenciones de etarras en Francia y Portugal. Es irónico, por qué no decirlo, que ahora el Gobierno de España se arrobe el mérito en la lucha antiterrorista cuando hace apenas dos años, sin embargo, el sigilo y la prudencia a la hora de hablar de detenciones de etarras estaba a la orden del día. Eran entonces los tiempos de los hombres de paz, de aguantar estoicamente la pseudohuelga de hambre del criminal y sanguinario De Juana Chaos, cuando las negociaciones con el entorno abertzale eran más que evidentes y hasta pornográficas. Desde luego, no voy a negarlo, es importante y trascendental que la lucha contra ETA siga dando sus frutos y que la banda quede completamente descabeza y desarticulada y que, por supuesto, España aporte todos los datos necesarios para que nuestros vecinos portugueses y franceses o cualquier otro país de la Unión Europea pueda echar el lazo a estos asesinos, pero sería deseable que el señor Rubalcaba no saliera tanto en los medios de comunicación para anunciar unas detenciones que, guste o no, han sido efectuadas casi al cien por cien fuera de nuestras fronteras. De hecho, en el caso de De Juana, se permitió que esta víbora acabara por salir de la cárcel, engañando a todos con una inexistente huelga de hambre, y que se fuera a Irlanda del Norte donde, afortunadamente, no le han dejado ejercer de taxista, aunque no fue, curiosamente, por los informes del Ministerio del Interior español, que nunca tuvo interés en mantener al tanto a su colega norirlandés. Esperemos que las palabras de Rubalcaba sobre la posibilidad de la comisión de un atentado o de un secuestro, especialmente durante lo que queda de presidencia temporal española en la Unión Europea, no cristalicen, pero resulta más que evidente que salir a la esfera pública a apuntarse unos méritos que no le corresponden no es la mejor medicina para evitar, precisamente, que la ETA planifique alguna de sus acciones más sangrientas y dramáticas. La derrota del terrorismo, en eso estamos todos de acuerdo, tiene que ser la meta a conseguir, pero no es lícito ir pavoneándose de radio en radio y de televisión en televisión cuando, curiosamente, con este mismo ministro hemos vivido y estamos viviendo uno de los episodios más chuscos y surrealistas en relación a ETA, el chivatazo del caso Faisán, con policías de por medio. Sólo el juez Grande Marlaska intentó arrojar algo de luz sobre estos hechos, pero alguien desde el Gobierno de España reclamó por la vía de urgencia que fuese Garzón, cobrando grandes minutas en Nueva York gracias a los préstamos del señor Botín, el que instruyese o, más bien, obstruyese la investigación, puesto que eran los tiempos de negociar con los hombres de paz.
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Rubén Hormiga -
Máximo Medina -