En defensa de los toros y de la españolidad
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha decidido que los toros, las corridas propiamente dichas, sean patrimonio cultural e insta a que el Estado adopte una postura similar, algo a lo que ya se ha adherido, por ejemplo, la Comunidad Valenciana. Esta iniciativa viene a contrarrestar la posible medida que adopte el Gobierno de la Generalitat catalana con respecto a una prohibición de las corridas en su territorio, a pesar de existir una presión muy en contra de los propios catalanes. Pero, evidentemente, las motivaciones que le mueven al tripartito no son otras que la de exterminar un símbolo más de lo que ellos consideran una rancia herencia del españolismo más profundo. A ellos, sinceramente, el maltrato al animal se las trae al pairo, pero como ven que la llamada Fiesta Nacional ha calado muy hondo en los ciudadanos de su autonomía, entonces el objetivo es erradicar la misma y por eso no han dudado en tupir el Parlamento de firmas para que se debata y se produzca la abolición de las corridas de toros, pero no por la supervivencia del toro de lidia, sino porque no quieren nada que recuerde a la idea de España. Sin embargo, ya que nos ponemos manos a la obra a la hora de prohibir las corridas de toros, tengo que decir que, sacada del contexto en el que se ha planteado la propuesta catalana, es decir esa prohibición per se, me parece magnífico que por fin se empiece a tomar conciencia de que los animales no son un producto, un juguete con el que público y toreros se divierten un rato hasta llegar a la mismísima muerte. Miremos el ejemplo de nuestros vecinos los portugueses, ellos no dan muerte al animal, sino que lo torean, pueden lucir perfectamente todas las suertes de la lidia, pero luego el morlaco es devuelto a la dehesa. De hecho, son muchos los toreros lusos los que tienen que hacer carrera en España para poder dar muerte al toro, dado que la legislación de su país es estricta en ese aspecto. Por eso, y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ya que el Parlamento catalán parece decidido a prohibir las corridas, aunque reitero que a los diputados de esa comunidad les mueven otros factores de corte político, sería interesante que los mismos grupos que han conseguido introducir esa propuesta en la Cámara catalana lo han también en el resto de autonomías donde también están permitidas estas sangrientas corridas o, más fácil aún, que luchen por obtener medio millón de firmas y que en modo de Iniciativa Legislativa Popular, artículo 87 de la Constitución Española, puedan meter la propuesta en el Congreso de los Diputados para que sea debatida. Repito, eso sí, que la propuesta catalana lleva otros condicionantes bastante políticos, muy antiespañoles, pero sí que es verdad que los toros de lidia son la auténtica víctima, que es un espectáculo que, por mucho que se le quiera llamar arte, no deja de ser una verdadera salvajada. Por eso, y aunque suene crudo decirlo, la muerte en el ruedo de un torero, sinceramente, me deja frío, llámese Paquirri o cualquiera otro que hubiese perecido. Al fin y al cabo, el toro no hace más que defender con pezuñas y cuernos la escasa vida con la que ya salta al coso.
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Máximo Medina -
Gema -