Imposiciones ZP
El socialismo madrileño va de mal en peor. Las pretensiones monclovitas de imponer a Trinidad Jiménez como candidata a la Comunidad de Madrid para intentar arrebatar el poder al Partido Popular se han visto frenadas por las lógicas ambiciones de quien hasta ahora ha tenido que hacer el trabajo sucio en la región, Tomás Gómez. Se ha intentado por activa y por pasiva persuadir al dirigente local para que capitule y permita a la aún ministra de Sanidad para que sea la que encabece el cartel electoral del PSOE. Pero Gómez y sus acólitos se han opuesto a la jugada y forzarán las llamadas primarias.
Resulta curioso, cuando menos, que esa democracia y ese talante del que tanto le gusta hacer gala al presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, sólo tiene validez para imponer su criterio. ZP, no lo olvidemos, salió elegido en un congreso donde se produjo un chalaneo de votos de la candidatura de José Bono hacia el propio Zapatero. Quienes pudieron ver en él a un secretario general que iba a renovar el partido de actitudes dictatoriales, donde el que se moviese no saldría en la foto, se equivocaron de extremo a extremo.
Las supuestas puyas sobre que si ZP era algo así como Bambi o sosomán se vieron rápidamente superadas por los hechos. Con un silencio sepulcral, se cargó en el País Vasco a personajes molestos como Nicolás Redondo Terreros o Rosa Díez. Puso a un supuesto hombre de paja como Patxi López, el mismo que ahora cogobierna con los populares. En Cataluña colocó al bachiller Montilla, un tipo incapaz de ganar unas elecciones, pero que se ha vuelto más independentista que sus compañeros del tripartito. Pero en Madrid es donde ZParo tiene su gran espinita clavada.
Todas las fórmulas empleadas por ZP le han salido mal. En el Ayuntamiento, ni que decir tiene que los inventos de Jiménez y Sebastián tuvieron un resultado penoso. Es más, el hoy ministro de Industria abandonó el Consistorio para irse a dar clases mientras su jefe le buscaba acomodo en el gabinete monclovita. Y en la Comunidad, en 2003, lo tuvo a tiro con Simancas, pero el intento de arrinconar a quienes le habían elevado hasta la secretaría general, entre ellos Balbás, supuso que aparecieran los siniestros Sáez y Tamayo para dar, en primer lugar, la presidencia de la Asamblea regional al PP y luego provocar la repetición de las elecciones.
La nulidad del trabajo opositor de Simancas entre 2003-2007 no sirvió como excusa para que ZP cambiase de candidato. Resultado, los socialistas se hundieron irremisiblemente. Ahora, cuatro años después, sólo aspiran a que UPyD les haga parte del trabajo sucio y logren que la mayoría absoluta de Esperanza Aguirre acabe desmoronada. A mí me da en la nariz que al final va a ser el PSOE el que se va a llevar una sorpresa nada agradable en la Comunidad, máxime viendo las peleas internas y las imposiciones desde Moncloa.
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Máximo Medina -