Avitaminosis comercial
Nos han engañado o, por lo menos, han intentado estafar con sus argumentos de medio pelo a los ciudadanos santacruceros. Las organizaciones de los pequeños y medianos comerciantes siempre han defendido la cerrazón a cal y canto de los establecimientos durante los festivos, incluso luchando por un horario partido. Han querido imponer responsables como Luis de Miguel, de Fedeco, el menú comunista de café para todos, que el grande no pudiera jeringarle económicamente el descanso al pequeño y así ha sido hasta la fecha.
Nos han vendido estos personajes que los habitantes de Santa Cruz de Tenerife no teníamos ganas de perder un fin de semana en centros comerciales, que aquí, a pesar de la directiva Bolkstein, se seguiría chapando todo (aunque con cierta manga ancha para los pequeños locales). El concepto liberal que aplican otras naciones como Estados Unidos, con recintos abiertos las 24 horas del día, sería incomprensible para señores como De Miguel, con unas miras más estrechas que la carretera de El Bailadero a Chamorga.
Es cierto, aquí nunca se han planteado un abierto hasta el amanecer y hasta el infinito, pero sí una mayor flexibilidad con aquellas personas que no disponen del tiempo necesario durante la semana. Los estudios lo demuestran. Permita usted la apertura de todos los locales comerciales de la ciudad y ya verá que el llenazo está asegurado. Madrid ya lleva un tiempo con esta medida en su núcleo histórico y nadie renuncia a la tentación de darse un garbeo. Bares y cafeterías están encantados de ese ir y venir de gente que, al final, acaba entrando a consumir.
Aquí, sin embargo, van con el argumento falso y mentiroso de que una medida así obligaría a los pequeños comercios, a esos establecimientos regentados por la propia familia, a no tener un solo día de descanso. Eso no es así. A nadie se le obliga a aperturar su negocio, lo que pasa es que quieren descansar y que la competencia, el Corte Inglés, el Saturn o el Carrefour de turno no hagan caja y eso es retrotraernos a tiempos inmemoriales.
La capital de la isla no puede dar la espalda de esta manera a su gente, pero tampoco a los turistas. Aquí han llegado 15.000 cruceristas un domingo y han visto con espanto como Santa Cruz de Tenerife era una especie de cementerio. Nada abierto. Eso sí, a 35 kilómetros, en el Puerto de la Cruz, los comerciantes de esa zona poniéndose las botas.
Por eso, medidas como la puesta en marcha por el consistorio, el Santa Cruz Sal2, celebrada el pasado sábado, no deja de ser una medida que tiene el mismo poder nutritivo de una papilla. La avitaminosis del comercio chicharrero es de tal envergadura que hacen faltan más iniciativas de este calado y, dicho sea de paso, que se aplique la ley Bolkstein en toda su amplitud. Se beneficiarían grandes y pequeños.
Hoy, no sólo se quiere evitar que el grande presente una facturación de lujo los domingos, sino que encima, en esa lucha empecinada por ponerle trabas al grande, los pequeños están cayendo como chinches y se cuentan a docenas los comercios que cada mes han cerrado en la capital.
2 comentarios
eugenia -
Máximo Medina -