Julio Álvarez, un jeta con botas
El CD Tenerife se va a Segunda División B. Si nadie lo remedia, el equipo blanquiazul volverá a las catacumbas del fútbol español casi un cuarto de siglo después de haber salido de esa cloaca, en el año 1987. Aún es posible alcanzar la permanencia, pero no creyéndoselo desde una acomodada posición, sino sacando el pico y la pala porque el camino es largo, sinuoso y sumamente tortuoso. Eso sí, habrá que contar únicamente con los jugadores convencidos para la causa y este no es el caso de un desahogado, de un vividor, de un jeta y de un caradura como es el señor Julio Álvarez Mosquera. Este centrocampista (o centrocuentista) ha sido incapaz de aportar un solo granito de arena desde que aterrizó en la isla procedente de Mallorca y parece que se va ir por donde vino, pero con los bolsillos más llenos. Y encima echándole el muerto de la situación deportiva a otros elementos, internos y/o externos.
Este vivales del balompié, para que ustedes se hagan una idea, vino a decirle, entre otros, al compañero Loren Dorta (La Opinión de Tenerife) que el problema que se ha generado es como consecuencia de que se crearon muchas expectativas, que se vendió un ambicioso proyecto de ascenso y que al final la culpa la tienen aquellos que han difundido tal mensaje que, añado yo, deben de ser el propio club y los medios informativos que se hicieron eco del famoso lema ‘En menos de lo que piensas, estaremos en Primera’. Es decir, los futbolistas no tienen culpa alguna, pero seguro que a fin de mes pedirán el ingreso de sus emolumentos por los cuatro o cinco partidos jugados (y perdidos) en ese período.
Desde luego, personajes como Julio Álvarez sobran en el deporte. No conozco a un solo practicante de cualquier disciplina que no tenga un mínimo de ambición por superar sus marcas. Hasta quien les escribe, aficionado a correr alguna que otra media maratón y pruebas populares, siempre busca reducir aunque sea en un segundo el tiempo establecido en la cita anterior. Es que es de pura lógica. Se trata de avanzar, de mejorar, de no conformarnos con llegar, sino intentar alcanzar nuevos retos. La persona que se cree que por llegar a la cima ya no tiene que demostrar nada está más que equivocada. Siempre hay que forzar la máquina. Es posible que igual no se llegue a más, pero al menos hay que dejarse el alma en el empeño, algo que este futbolista del Tenerife no hace. Al contrario, encima no entiende los abucheos de la afición.
Aquí lo que toca ahora es dejar de una vez por todas los mullidos sillones de la holganza o de la holgazanería, ponerse las botas y empezar a comerse rivales como si no costara. El objetivo del ascenso ya no es que esté lejano, sino que es una entelequia y una utopía, pero no por eso hay que dejar de dar todo en el terreno de juego. La Primera División del Tenerife es ahora la permanencia, que está ahora mismo ganando un promedio de 12-14 partidos de los veintipocos que quedan y que, dada la trayectoria mostrada por la escuadra canaria, no resultará sencillo, más bien todo lo contrario y más con actitudes egoístas, ególatras y de auténtico vividor como las demostradas por el señor Álvarez.
En otros tiempos, a este futbolista se le hubiese dado ya un buen tirón de orejas, pero el estado de descomposición, de putrefacción que existe en el seno de la entidad del Callejón del Combate es tal que allí nadie pone orden. Cualquier día el desacreditador oficial del club, Javier Armas Padilla, puede ponerse de entrenador, de delantero, en los tornos de control de las puertas del estadio o en el palco, haciendo las veces de presidente. Porque en esto, en un completo dislate, se ha convertido el CD Tenerife, una casa que no es que amenace ruina, es que ya lo es. Ya sólo falta que en vez del No one de Alicia Keys, los jugadores pongan a toda pastilla la banda sonora de Titánic. Iría más acorde a la situación, sin duda. Y Julio Álvarez dirigiendo la orquesta.
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Lewis Rogers -