¿Interés general? No, negocio particular
La Liga de Fútbol Profesional amenaza con una huelga el 3 de abril si se mantiene la obligación de dar partidos en abierto. Dice el presidente del ente, el señor Astiazarán, que no pretende eliminar la posibilidad de que se ofrezcan encuentros gratis, pero sí que persigue que se erradique de una vez por todas con la obligación de tener que jugar en esa modalidad porque se produce una distorsión. Ese efecto alterador, a juicio del máximo exponente de la Liga, es que se están ofreciendo para todos los públicos choques que no le interesan a nadie. Sí, es verdad, este sábado, sin ir más lejos, tenemos un ‘apasionante’ Racing-Sevilla que, evidentemente, sólo tendrá un cierto seguidismo en la capital hispalense y en Cantabria. Lo que sucede es que éste no es el problema. Astiazarán miente, pero intenta edulcorar la historia hablando de que lo que hay que primar es el interés general.
Si aquí se aplicase esa máxima que plantea el presidente de la LFP, los partidos entre el Real Madrid-Barcelona, por ejemplo, no estarían condicionados por ver qué operador elige primero y si los espectadores podrán ver el gran duelo en casa o tendrán que irse al bar de la esquina a presenciar la contienda. Resulta obvio afirmar que aquí lo que se busca es el interés económico, el beneficio de un organismo que no sabe cómo llenarse los bolsillos y de unas televisiones que están ávidas por llevarse en exclusivo el proceloso negociete del balompié.
Por eso, los dueños del chiringuito pretenden hacer una huelga dentro de dos meses, pero no cuentan con la posibilidad de que haya clubes que no estén por la labor porque, dentro de esas negociaciones a no sé cuántas bandas que se están haciendo con los Cebrián y Roures de turno, se están estableciendo factores discriminadores y no se quiere pagar lo mismo por los derechos de un Real Madrid y Barcelona que los que habría que abonar por el Villarreal, Valencia o Sevilla, por poner unos claros ejemplos. No digamos ya el resto de clubes que tienen menor potencial.
Nadie cuestiona que, a fecha de hoy, el fútbol ha dejado de ser un deporte para convertirse en un aspecto más de nuestra vida empresarial. Se habla de fichajes de 60, 70, 80 y 90 millones de euros como si no costase y, obviamente, los equipos precisan recuperar la inversión de la forma más rápida posible.
Un ejemplo evidente. Pongamos que el Santiago Bernabéu tuviese 100.000 localidades (ahora mismo tiene unas 15.000 menos, aproximadamente). Cristiano Ronaldo le costó al Real Madrid alrededor de 100 millones de euros. Entre Liga (19 partidos), Liga de Campeones (de 3 a 6 encuentros en función de las rondas que supere) y Copa del Rey (3-4 partidos, también sujeto a las eliminatorias que solvente), los blancos no llegan siquiera a los 30 partidos en casa. ¿Saben cuánto deberían recaudar por taquilla para abonar nada más que el fichaje de CR7? La bonita cantidad de más de 3 millones de euros por partido. Y sabemos que este supuesto no se da cada domingo o cada miércoles porque, entre compromisos del club, abonos y demás zarandajas, las taquillas no llegan a esas cifras salvo en choques muy espectaculares. De ahí que se precisen esos millonarísimos contratos televisivos. Si no, ¿de dónde iban a poder abonarse esas cantidades tan astronómicas?
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Lewis Rogers -