La honradez de IU
Hoy me toca repetir prácticamente la entradilla de mi último artículo, pero es que los hechos así lo requieren. No soy fan, precisamente, de Izquierda Unida, pero tengo que reconocer que el comportamiento del comité regional de la formación comunista en Extremadura es digno de encomio. Respetando sus principios, el no apoyar a la derecha, también está sirviendo para consolidar la democracia porque tampoco piensa ayudar al PSOE a auparse con un poder que las urnas no le han otorgado. Es decir, IU opta por una vía que ya ha repetido en ocasiones anteriores, la de permitir que sea la lista más votada, en este caso la de José Antonio Monago (PP), la que gobierne en la Junta Extremeña. No es un cheque en blanco a los populares, pero sí una manera de entender la voluntad de unos ciudadanos.
Evidentemente, esta decisión de Izquierda Unida en Extremadura no ha sentado nada bien a Cayo Lara, el máximo exponente de la fuerza a nivel nacional. Como si fuese un miembro activo del PSOE, ha luchado con denuedo para evitar que se fragüe esa abstención y que los tres diputados se inclinasen del lado de Guillermo Fernández Vara. Pero Pedro Escobar se ha mostrado muy firme y ya ha dicho que las bases autonómicas han hablado y han decidido por una amplia mayoría que se respetará el criterio en las urnas. Otra cosa bien distinta es lo que pueda pasar a lo largo de la legislatura y que de repente a los de IU no les guste el andar de la perrita y se alineen con el PSOE para clavar una moción de censura. Pero eso es harina de otro costal.
Al final, lo que hemos de ver en el ejemplo extremeño es una realidad que debería calcarse fielmente en todas y cada una de las corporaciones que drapean el mapa autonómico y municipal español. En muchas instituciones hemos visto con desagrado como la falta de un acta de diputado ha servido para que, en Baleares, se uniesen en las elecciones de 1999 siete u ocho fuerzas para arrebatar el poder al PP. Un puñados de votos para alcanzar la mayoría absoluta es lo que dejó a Jaume Matas compuesto y sin Gobierno, una injusticia de marca mayor.
Curiosamente, ese acuerdo balear, ampliamente defendido como democracia pura por las bases y barones socialistas, no tuvo similar apreciación ocho años después, también en ámbito insular, pero cambiando de autonomía, la canaria. En 2007, el PSOE, con una holgada mayoría, 26 diputados, vio como se quedaba en la oposición ante la unión de los 19 escaños de Coalición Canaria y los 15 del PP. Por supuesto, claro que era injusto apear a los socialistas del poder porque se lo habían ganado en las urnas, pero aún suena la letanía de López Aguilar hablando de pacto de perdedores, ¿y qué fue entonces lo de Baleares donde tuvieron que unirse no dos fuerzas, sino ocho?
Como decimos en España, aquí todo el mundo arrima el ascua a su sardina y los escenarios son válidos o dejan de serlo en función de unos parámetros bastante curiosos. Sin embargo, deberíamos de ver en la actitud de IU en Extremadura no la anécdota, sino el principio de un cambio que debería de generalizarse en todas las corporaciones, comenzando desde el Gobierno de España hasta el concejo más diminuto de nuestra variopinta geografía. Eso o establecer por ley una segunda vuelta puesto que también es verdad que a veces esos pactos conducen, precisamente, a un desgobierno posterior, donde todos quieren ser protagonistas y no hay un mando único que rija con criterio lo que debe de ser la acción de un Ejecutivo o de un ayuntamiento.
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Máximo Medina -