Descomposición rojiblanca
Dice Enrique Cerezo que el Atlético de Madrid no está en liquidación. Y es verdad, no es un equipo liquidado, es que ha pasado directamente a la fase de descomposición, con visos claramente de montar su próxima sede social entre el vertedero de Valdemingómez y el cementerio de La Almudena. Ninguno de los que nos consideramos atléticos de pro podemos aguantar por más tiempo esta tomadura de pelo, esta estafa a una afición que ya se ha cansado de las falsas promesas, que ni siquiera se ha sabido aprovechar la inercia de dos títulos continentales para reforzar un proyecto, que a Quique Sánchez Flores se le ha hecho menos caso que a un semáforo en ámbar. A pesar de los mensajes del ya ex míster de que no se vendiesen ni a Jurado ni a Simao, el club se empecinó en todo lo contrario para traerle, a cambio, a un tal Elías y a un tal Juanfrán. Y aun así, el equipo logra ser séptimo. A más no se puede aspirar.
Y claro, como el surrealismo no había sido suficiente, ahora el club sigue empeñado en descapitalizarse, pro eso no es de extrañar que se haya fichado a Gregorio Manzano, un entrenador especialista en sacar el máximo jugo de plantillas mediocres, aspecto que dejó bien sentado en la ribera del Manzanares en la temporada 2003-2004. También lo ha hecho en Mallorca, además por dos veces; lo hizo en su momento en el Real Valladolid; y ahora lo ha demostrado en Sevilla, dejándolo quinto. El preparador de Bailén tiene un algo de maestro de escuela y de psicólogo. Ha logrado hacer grandes cracks a jugadores con menos cerebro que un mosquito, Dani Güiza; o a verdaderos artistas en fallar más que una escopeta de feria, como Aritz Aduriz y Álvaro Negredo.
Estoy convencido de que, en este aspecto, el Atlético de Madrid ha atinado en la contratación de Manzano. Sin el Kun, sin De Gea, sin Ujfalusi y sin otros jugadores más que pueden abandonar en las próximas semanas la disciplina rojiblanca (Reyes, Forlán, Tiago….), al jienense le tocará dar lo mejor de sí para convencer al plantel que le quede que tiene calidad suficiente para jugar sin complejos frente a cualquier rival, pero teniendo los pies en el suelo, es decir, siendo consciente de que la Champions League es una quimera y de que llegar a la Europa League tampoco será una empresa sencilla, precisamente.
De todas maneras, no nos podemos recrear en la mera contemplación de los acontecimientos que suceden en el Vicente Calderón. Hay que dar un sonoro puñetazo sobre la mesa porque lo que no es de recibo es que de ser el tercer equipo de España, por detrás de un Real Madrid o un Barcelona a los que a veces hasta molestábamos, seamos ahora un club mediocre, que se conforma con ser séptimo, jugar una previa de la Europa League o intentar caer lo más decentemente posible en la Copa frente a los merengues o los culés. Normal, desde luego, que los mejores del Atleti emigren. Y no me valen las excusas de las grandes fortunas, Villarreal, con mucho menos, hace año tras año un verdadero milagro, como en su momento el Sevilla. Lo que sucede es que mientras en esos equipos hay una estabilidad institucional, una dirección deportiva definida y saber en todo momento lo que se quiere, en la acera rojiblanca se trabaja a golpe de improvisación o de loca ocurrencia. ¡Así nos va!
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Lewis Rogers -