Improvisaciones a 120
El Gobierno de España piensa a la velocidad de la luz, pero lo hace de forma inversamente proporcional a la velocidad a la que a Newton le cayó la mítica manzana sobre la cabeza y, además, con efectos completamente diferentes. Mientras al científico le sirvió para sacarse de la nada la teoría de la relatividad, el fruto que le cayó a los alcornoques de Zapatero y sus mariachis sólo les vale para aplicar con pulcritud la ley de la improvisación. Si hoy se levantan con el pie izquierdo (algo normal en este socialismo de trapillo), se sacan de la manga el tener que ir a 110 kilómetros por hora y, dentro de cuatro meses, después de que el sector de los adhesivos haya hecho su agosto en pleno marzo, entonces tocará llamar a los despegadores para recuperar los 120. Eso sí, entre un cambio y otro, al bote que le meto Aniceto, es decir, cientos de miles de euros en la machangada de cambiar una cifra.
Evidentemente, a estas alturas de la legislatura, no nos vamos a sorprender con las ocurrencias de esta cohorte de payasos superbien pagados y peormente asesorados, dicho sea de paso. El Ejecutivo no sólo es que esté con los dos pies fuera de sus labores gubernativas, sino que es un clarísimo rompan filas y un sálvese quien pueda. Por lo pronto, medio gabinete ministerial ya está a la greña con Al Dedo Pérez Rubalcaba, comenzando por la contrincante non nata (algo normal en un Gobierno pro abortista) Carme Chacón, pasando por Sebastián, Blanco y terminando por la señora Salgado.
Rubalcaba, ¡qué paradoja para un ministro que tiene bajo su responsabilidad la DGT! se da ahora toda la prisa del mundo para poner la velocidad al estado natural, es decir los 120 kilómetros. Ahora ya no interesa que deje de haber víctimas en nuestras carreteras, ahora lo que preocupa, lisa y llanamente, es el rédito electoral, cosechar votos aun a riesgo de quedarte sin puntos en esa desenfrenada carrera hacia la Moncloa.
El problema es que, tal y como ha sucedido con otras leyes, el parche a la chapucería llega mal y tarde, no se ha explicado en su justa medida, es decir, reconocer que se ha metido la pata hasta el corvejón. El candidato del dedazo quiere hacer méritos de una medida, fíjate tú, que fue anunciada por el mismo como la gran panacea. Ahora, en cambio, como si los españolitos fuésemos bobitos, pretende engatusarnos con su artilugio de hipnotizar a ver si caemos en la trampa y pensamos que fue un ente ajeno a él quien puso en todas las vías de España la pegatina de 110. De todas maneras, no me extraña que Al Dedo le coja cariño al 120, porque todos los indicios marcan a que esa pueda ser la cifra de diputados que obtenga en los comicios generales (y esa pegatina no dura cuatro meses, sino cuatro años).
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Máximo Medina -