Hipocresía religiosa
La hipocresía religiosa cobra un sospechoso silencio cuando la polémica se refiere al mundo islámico. El periodista y bloguero Pedro Fernández Barbadillo realiza una más que interesante reflexión sobre la hambruna en Somalia. Un país de tradición musulmana se desangra por la vía de la inanición. Un mendrugo de pan cotiza al alza, tanto que sería el producto estrella en una hipotética Bolsa somalí. Lo curioso del caso es que los llamados hermanos ricos musulmanes obvian los problemas de esta gente, no se molestan en rascarse el bolsillo, pero sí tienen, por ejemplo, para estallarse 400 millones en una mezquita o más de seis millones en alfombrar una estancia.
Ni que decir tiene que si este hubiese sido el comportamiento de los católicos, ya estarían los acólitos de turno poniendo el grito en el cielo, nunca mejor dicho. Es evidente que arremeter contra la Iglesia y contra el crucifijo es fácil y además sale gratis. Es verdad que hay cuestiones que desentonan dentro del seno de la gran fe cristiana, que chirrían ciertas contradicciones sobre la austeridad y el hacer voto de pobreza desde un lujosísimo Vaticano, pero al menos hay instituciones dentro de la compleja maquinaria eclesial que se busca el guiso para poder llegar a los más necesitados, pero evidentemente son muchas las bocas a contentar y más que limitadas las viandas a repartir.
También resulta paradójico que esté siendo la propia Iglesia, vía Cáritas y otras asociaciones anexas a ella, la que esté echando más que un cable al devastado territorio somalí. El trabajo que se está haciendo en ese aspecto resulta encomiable, pero a veces también es desesperante y desesperanzador observar como los cuatro caciques de la nación obstruyen toda llegada de víveres. Sin embargo, en este caso, impera el silencio mediático. Somalia no interesa, no es noticia de portada y a los pijo-progres de la zeja no les reporta beneficio alguno solidarizarse con esa causa.
Lamentablemente, es mucha la cháchara que se emplea en diagnosticar el problema, que no hay comida y que se arreglaría con poco millones, seguramente menos del presupuesto anual del Real Madrid, pero nadie, salvo esa voluntariosa Iglesia, está por la labor de ponerle remedio, lógico por otra parte cuando ni siquiera somos capaces de erradicar el problema en nuestras propias ciudades. De acuerdo que es a menor escala pero, ¿se han fijado cuánta gente acude noche tras noche a las puertas de los grandes y pequeños supermercados, concretamente a los cubos de basura? Es evidente que cuando no podemos poner solución a lo propio, menos aún nos importará lo que pase a kilómetros de aquí. Pero, insisto, si Somalia fue católica, ya habrían pedido la venta de todas las riquezas del Vaticano, en cambio, como es musulmana, nadie se atreve a reclamar que se expropien todos los tesoros de las majestuosas mezquitas de Dubai, por ejemplo.
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Máximo Medina -
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