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Desde mi escaño

El ejemplo Cameron

El ejemplo Cameron

Reino Unido nos da una lección. Tras los últimos incidentes acaecidos en Londres, Mancheste, Liverpool o Bristol, el primer ministro, David Cameron, no ha dudado en afirmar que estamos ante una sociedad enferma, carente de valores y ante la que es preciso poner las herramientas necesarias para extirpar ese cáncer que está provocando que todo se haga hoy en día por la ley del más fuerte. El trinque y el delinque se han puesto de moda, pero no hay que permitir, precisamente, que estos hechos se sigan produciendo y, lo que es más urgente, evitar el efecto contagio, aunque en España ya tenemos la semilla, la cepa del 15-M donde, sin la virulencia de los sucesos británicos, comenzamos a sufrir ciertas taras preocupantes.

Creo que no cabe duda alguna sobre la necesidad de aplicar disciplina, por muy dura que sea, para que no se vuelvan a presenciar escenas como la de esos niñatos de 11 años que tienen por norma patear papeleras, romper escaparates para llevarse lo primero que les viene en gana o, directamente, dedicarse a la patada en la boca a cualquier persona que tiene a bien llamarles al orden. Esta es la generación que se está criando por esos lares, posiblemente con el consentimiento de unos padres y de un entorno que facilita precisamente eso, no distinguir el bien del mal, creer que quien va por el camino recto es al final un pringado que no se comerá un colín.

Lamentablemente, no hay rigidez, no hay unas normas de comportamiento que se cumplan. La génesis viene desde las mismas aulas. Cuando el profesor pasa de ser una autoridad a un simple empleado al que se le puede, incluso, agredir por el simple hecho de poner un suspenso al vago y al holgazán; cuando en las clases impera la ley del más fuerte y se niega a quitar los pies de la mesa o a apagar el móvil; cuando al maestro se le hace constante burla y éste no puede siquiera quejarse al jefe de estudios, al final lo que estamos creando son monstruos que terminarán de fulminar cualquier esperanza de un mundo mejor.

Hoy fue en Reino Unido, ayer en Francia, pero queda muy poco para que este fenómeno se dé en España. Hay un vídeo en Intereconomía donde se ve a una mocosa que, a lo sumo, tendrá 14-15 años que no tiene reparo en enfrentarse verbalmente a los agentes de policía. Y es que ésta es otro, con la mal llamada ley del menor, los adolescentes que están por debajo de los 18 años saben que tienen ante sí un arma poderosa. El simple hecho de no tener la mayoría de edad les exime de cumplir duras penas, pero eso tiene que cambiar. Quien es capaz de tener una conducta delincuente, que pague por sus hechos, no por la edad. Tomemos ejemplo, por una vez, de quien hace bien las cosas.

1 comentario

Máximo Medina -

Difiero, y mucho, de la radiografía de la realidad que ha hecho, más que nada porque el problema no viene generado por la educación, sino por la necesidad y como resulta evidente la falta de valores. A cualquiera hoy en día no le parece extraño robar, más que nada porque ha sido expoliado antes por una sociedad que cree más en el dinero que en las personas. De ahí que el paro se incremente, los sueldos bajen y las compañías ganen cada vez más beneficios. Con ese caldo de cultivo no resulta nada extraño que la gente se lance a la calle, aunque a veces la cobardía les muestra el camino de enviar a menores, protegidos por unas leyes absurdas que no han emanado del pueblo, sino de sus políticos, que por aquello de quedar bien, son capaces de cualquier disparate. El caso del Reino Unido lo mencionó Merkel hace tiempo: "la multiculturalidad es un fracaso en la sociedad moderna". Más que nada porque los grupúsculos no se quieren integrar, sino que cada cual pretende imponer su tipo de sociedad. Lo que está claro es que cuando una sociedad es injusta acaban apareciendo las revueltas. Ya sean de índole social, política o económica. Que muchas veces las tres cosas se juntan.