Justicia ágil
Buena propuesta la que llega desde ciertos ámbitos judiciales para empezar a agilizar una administración donde aún abundan los métodos decimonónicos, esa especial afición por acumular torres y montañas de expedientes sobre las mesas de los juzgados, asuntos que se demoran hasta no dejar dormir el sueño de los justos, demandas que se perpetúan sine die hasta lograr el aburrimiento de las partes y hasta de los letrados que ven con auténtico ahogo como no cobran las minutas pactadas ante casos que se posponen ante la llegada de un torrente de naderías que parecen gozar de mayor predicamento en nuestra sociedad.
Resulta como poco indignante que los juzgados de media España (y parte de la otra) se encuentren colapsados con asuntos tan urgentes como demandas vecinales por la música demasiado elevada, por obras en la comunidad o por los recursos hasta la saciedad de las multas de tráfico; de ahí que la idea que está cociéndose en los magines de ciertos juristas es la de empezar a cobrar una tasa extra cuando se presenten denuncias de esta clase y que tengan como denominados común el hecho de intentar poner palos a las ruedas de una Justicia a la que le hacen falta pocos obstáculos para ralentizarse a las primeras de cambio.
Hay gente en esta Viña del Señor que está especializada en bloquear el sistema legal con demandas que, a pesar de tener un futuro tan negro como España en Eurovisión, pueden estar pasando de juzgado en juzgado años y al final con resultado desestimatorio para el demandante, pero éste se da por contento con el resultado, es decir, haber pringado la maquinaria judicial.
Por eso, veo con buenos ojos ese recargo extra a quien proponga esas demandas sin fundamento alguno y, bueno, ya que estamos, lo digo por experiencia propia, a aquellas personas a las que les gusta jugar con otras serie de denuncias, las que se interponen por malos tratos, por ejemplo, y que hacen que se deriven recursos de protección a supuestas víctimas de amenazas que, al final, no lo son tal, pero que también aprovechan un sistema demasiado endeble, demasiado protector y discriminador. Lo que sucede es que en este último supuesto no hay quien le ponga el cascabel al gato puesto que hay muchas presiones y demasiados intereses en juego.
1 comentario
Máximo Medina -