Los puentes...para las carreteras
España no se puede permitir una semana más como la anterior, trufada de puentes mientras nos estábamos jugando gran parte de nuestro futuro en la Unión Europea, ¿de qué manera nos habrán visto en Bruselas? Pues me imagino que como un país de pandereta, al que le importa muy poco su porvenir, que prefiere las megafiestas al pico y pala. Y, desde luego, no estamos en una situación como para perder miles de millones por cese temporal de la actividad, que es lo que ha sucedido desde el viernes 2 de diciembre hasta el pasado domingo 11.
Por eso, la propuesta de empezar a poner los festivos que caigan en martes, miércoles o jueves bien al principio de la semana laboral (lunes) o al final de la misma (viernes) empieza a tener todo el sentido del mundo para evitar, precisamente, esta especie de jubileo que era ir a trabajar un día, descansar otro, trabajar el siguiente y volver a descansar. Ni empresarial, ni psicológicamente es rentable. En el primero de los casos, porque en muchas ocasiones se generan problemas logísticos con ese festivo de por medio, pongamos por caso el envío de mercancías, y en el segundo, porque el cerebro precisa de una continuidad en lo que sea, bien trabajando o descansando. Es como si nuestra mente fuese un interruptor, de tanto darle seguido al encendido/apagado al final, por fuerza, se nos tienen que fundir los plomos.
Es evidente que la propuesta de variar nuestro calendario festivo no va a resultar sencilla porque habrá muchas discrepancias y reticencias a la hora de mover determinados festivos, pero habrá que hacer un esfuerzo necesario y en el que la propia Iglesia deberá ser flexible en ese aspecto. Sin perder su esencia, pero, por ejemplo, esta pasada semana, de haber estado en vigor la nueva medida, el festivo a efectos prácticos de descanso, debería de haberse situado el viernes o el propio martes, arrastrando un día antes al feriado de la Constitución. Sí, puede parecer un sacrilegio, pero es que no nos queda de otra.
En España, ahora mismo, hacen falta muchos sacrificios y ya va siendo hora de que todos nos pongamos manos a la obra al tema. A nadie le gusta perder sus días de descanso o, incluso, si se es funcionario (que son los más estudiosos de los calendarios para programar sus días de asuntos propios para ligarlos casualmente con los festivos) eso acueductos que casi otorgan diez días de relax, pero evidentemente nos vigilan desde arriba, desde la Unión Europea y, por tanto, tenemos que posponer el placer por la productividad y que nos vuelvan a mirar como una nación fiable.
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Máximo Medina -