Larga desmemoria
La desmemoria suele ser una trampa demasiado sencilla en la que suele caer el ser humano con demasiada frecuencia. Digo esto a colación de la que se está organizando por parte de los opositores políticos al PP y de determinados medios de comunicación sobre la dudosa legitimidad que tiene Ana Botella como alcaldesa de Madrid. Aseveran estos finos políticos y analistas de la actualidad que en la capital de España hay que hacer elecciones porque a este edil no se la eligió como cabeza de lista (el número uno era Alberto Ruiz Gallardón) y que, por tanto, ha sido un engaño masivo a los madrileños.
Podemos estar de acuerdo en la primera parte del argumento. Es cierto que Botella iba como número dos del hoy ministro de Justicia y que, tal vez, no iba a contar con los respaldos suficientes para haber sido alcaldesa, al menos desde la perspectiva de una cómoda mayoría absoluta. Sin embargo, sobre el segundo punto, la necesidad de convocar unas nuevas elecciones, es inadmisible que un partido como el PSOE y esos críticos mediáticos exhiban su razonamiento de una manera tan alegre y tan apasionada como si hubiesen encontrado el Santo Grial. Pero si ese mismo partido tiene claros ejemplos de lo que es no respetar la voluntad de sus votantes.
En Andalucía tenemos dos claros ejemplos de la traición al votante del puño y la rosa. Rosa Aguilar, encantadísima de haberse conocido a sí misma, tiene en su haber el récord de triple salto mortal con cuádruple pirueta, pero eso sí, con red. Ha jugado con las voluntades, primero, de los electores de Izquierda Unida y luego con las del PSOE. En un caso, pasándose de un partido a otro y en el segundo, dejando sus cargos municipal (Córdoba) y autonómico para irse a un ministerio. Con Manuel Chaves, tres cuartos de lo mismo, abandonó la Junta para formar parte del gabinete Zapatero. Pues bien, que yo sepa, el PSOE no tiró de su manido argumentarlo para que se anticipasen las elecciones.
Otra cosa, desde luego, y ahí creo que todos podemos estar meridianamente de acuerdo es que por ley se establezca que si el número uno de la lista abandona su cargo, y además lo hace en tan corto espacio de tiempo, nada de que corra la lista. Que se disuelva la institución que sea y que se convoque de nuevo a los ciudadanos para elegir a sus representantes. Lo que no es lógico es que se trufe de falsedad lo que se quiere hacer pasar por un proceso pleno de democracia. Los votantes no merecen ser tratados con esa tomadura de pelo.
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Máximo Medina -