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Desde mi escaño

Se la van a (des)cargar

Se la van a (des)cargar

Están las redes sociales que echan chispas a costa del cierre de Megaupload, esa página de descargas indiscriminadas y que, al parecer, estaba ofreciendo productos que no eran suyos. Es decir, el dueño de este sitio web no tuvo mejor ocurrencia que ’tomar prestados’, sin permiso de su legal propietario, distintos archivos que, por supuesto, estaban protegidos y que al final, tirando del hilo, se ha podido comprobar que estaba ganando ilícitamente una millonada al año. Lo que sucede es que no sólo tendrán que comparecer los responsables de este portal ante la justicia por ese perjuicio a los que han ’robado’ contenidos, sino también compensar a quienes tenían cuentas en esa red y que, por supuesto, tampoco eran gratis.

Efectivamente, no vamos a entrar aquí en un debate sobre la ética o la moral. A todos nos gustaría tener todo gratis, no pagar ni un céntimo por nada y, queramos o no, ¿quién no ha intentado alguna que otra vez descargarse películas, vídeos y programas informáticos que, dicho sea de paso, nos cuestan un riñón y parte del otro? Sin embargo, hay que reconocer que estábamos cometiendo una pequeña falta, un hurto que, en el caso de esta empresa, Megaupload, ya traspasaba los límites de una estafa en toda regla.

Y es que no puedo estar más de acuerdo con la reflexión simple, pero contundente, de la periodista Susanna Griso, de Espejo Público, en Antena 3. Ella mantenía que de pequeña le encantaba la música y que le hubiese gustado tener una amplia colección de discos, pero que, evidentemente, no tenía suficiente dinero y que, por tanto, tenía que esperar a contar con las pesetas suficientes para poder adquirir el álbum de su artista favorito.

Tampoco es desdeñable lo que decía en esa tertulia de la televisión de Planeta el columnista de El Mundo David Gistau, que exponía que a él también le seduce la idea de ir a comer a un restaurante caro y no pagar después, pero que evidentemente eso era de todo punto imposible y que, por mucho que le doliese a su bolsillo, había que pagar cristianamente.

En definitiva, que entendiendo que los internautas pueden estar cabreados en España tras el famoso canon y que ahora buscan compensaciones a ese pago ’forzado’, pero tampoco es plausible que unos vivales como los dueños de Megaupload sean unos supuestos ’chorizos’ y se apropien de lo que no es suyo y encima lo vendan como si de ellos fuera.

2 comentarios

Rayco del Rosario Melián -

No es por nada, pero te acaba de dejar mascando en seco. ¿La cultura es solo para los ricos? y para los pobres Gran Hermano, 40 principales y el peliculón (que la mayoría de las veces es una basura). Cultura e informació al alcance de todos, eso es lo peligroso

Máximo Medina -

Una cosa es conocer la historia y otra contarla y la verdad es que aquí usted comete algunas incorrecciones porque el asunto es mucho más complejo de lo que parece. En primer lugar, Megaupload no es una página de 'descargas indiscriminadas', sino un portal donde los usuarios guardan o depositan cosas, ya sean de pago o no. En segundo lugar, sus dueños no alojaban nada, ni tampoco 'tomaban prestado' nada, simplemente cobraban por tener alojados allí los archivos que luego la gente compartía. Si tenían derechos de autor y eran denunciados, inmediatamente eran borrados, justo como sucede con otros portales o páginas que se dedican a lo mismo, es decir apilar archivos que suben sus clientes. El problema radica en que tanto la industria musical como la audiovisual no saben lo que es internet y se creen que siguen en los años 80 del siglo pasado. ¿Por qué no sitúan la misma oferta legal a precios asequibles en portales al efecto? Porque no les interesa. Intentan cobrarte lo mismo por un disco perfectamente grabado, su portada, el diseño y la producción que por una descarga de ese mismo disco, el cual, obviamente, no podrás luego reproducir sino en el ordenador, porque incluso pasarlo a un CD sería piratería, no le digo nada si es a un artilugio tipo mp4 o algo así. En las películas sucede lo mismo. Es increíble que cintas que ya han pasado televisiones convencionales, no le digo nada de las de pago que incluso se pueden grabar, tengan derechos de autor. ¿Qué derechos?, después de cobrar en el cine, en la tv de pago, dvd o blueray y al final en tv normales. Cuatro pagos por el mismo producto y encima quieren que internet no les perjudique. En cuanto a los ejemplos que usted cita, no tienen punto de comparación con esto: cuando Grisso quería tener una colección de discos ¿existía internet? Seguro que no luego no se puede extrapolar a esto. Y en cuanto a lo de Gistau, ¿qué tiene que ver un restaurante con archivos electrónicos digitales? El caso de los archivos y de algunos derechos de autor es como si a un arquitecto le pagaran cada vez que una persona accede al edificio que previamente ha proyectado. Este no es un problema de creadores sino de distribuidores, que intentan sacar el jugo a su producto todo lo que pueden y un poco más. Un cantante cobra al grabar un disco y luego le queda la coletilla de los derechos para chupar el resto de su vida todo lo que pueda. Todo se resume en que cuando uno vende su producto, después ya no le queda nada más que cobrar, porque si no un agricultor coloca su cosecha de papas y luego vuelve a cobrar cuando se consuma alguno de esos tubérculos. ¡Ah, no! Ese agricultor no es un creador, es un trabajador del campo. En nuestro país, aparte, la mayoría de las creaciones están subvencionadas con el dinero de todos, pero, claro, si pillan más... Quizás me he extendido demasiado, pero en aras de aclararlo todo. Por cierto, los más perjudicados de todo esto van a ser las telecos, porque ¿para qué quiere el personal una línea ADSL si no hay nada que descargar o cargar en la Red? Para ver noticias o consultar el correo con un mega van que chutan.