Concepción-decepción
La decepción sigue habitando en la planta noble del Callejón del Combate. El CD Tenerife vuelve a quedarse un año más en la Segunda División B y su presidente, el señor Concepción-decepción, sigue erre que erre aferrado a la poltrona, al mullido sillón de cuero, sin darse cuenta de que ha conseguido dos descensos consecutivos desde 2010 y no lograr el obligado retorno a la división de plata en el presente curso. Porque, no nos engañemos, el ascenso de los blanquiazules era lo menos que podía exigírsele a la entidad, por historia, por presupuesto y por, ¡qué demontres! devolverle algo de ilusión a una sufrida afición que ya lleva varias temporadas de sinsabores.
Pero claro, ¿qué vas a esperar de un equipo que ha terminado la temporada con tres técnicos, que cuando la cosa pintaba fea (se estuvo alguna que otra jornada fuera de los play-off de ascenso) se dejó la plantilla en manos de un preparador de la tierra, Quique Medina? El Tenerife, todo hay que decirlo, ha dado el todo por el todo en estas tres eliminatorias por llegar a la Segunda División A o Liga Adelante, que quizá en el partido de vuelta frente a la Ponferradina no tuvo de lado un arbitraje ecuánime, pero no sería justo dejar de reconocer que los bercianos jugaron un partido impecable en el Heliodoro y que los canarios, en 180 minutos, fueron incapaces de poner en serios apuros a su rival.
Ahora, con relativa calma, toca preparar la próxima temporada y ver qué jugadores conformarán en segundo proyecto en Segunda División B. Lo gracioso del caso es que se quiere contar para el nuevo curso con gente de la tierra y eso puede llevar a un claro conflicto con el Marino de Tenerife, equipo recién ascendido a la división de bronce y cuyo presupuesto, mucho más limitado, le obliga a tener que rastrear a fondo el mercado canario y, en último término, acertar con aquellos jugadores que tenga que traer desde la Península.
No seré quien critique que se apueste por la cantera, al contrario; debe darse una oportunidad a las promesas de la tierra para evitar, por ejemplo, que emigren luego a Ponferrada, como el caso de Acorán, y acaben triunfando a más de 2.000 kilómetros de la isla. Sin embargo, el momento de haber dado un paso firme en pos de contar con gente del filial tenía que haber sido hace un año, no ahora. Si se le da ahora la responsabilidad a la gente de casa, también habrá que rebajar las exigencias y ponerse en un escenario de dos a tres años para ascender. ¿Podrá soportar esa situación la maltrecha economía del club? ¿Concepción-decepción se dará cuenta de que desde hace un par de temporadas que viene sobrando?
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