Francisco I: Progreso y valentía
La Iglesia Católica está ganando terreno y, especialmente, tiempo con la elección del Papa Francisco I. La celebración de la Jornada Mundial de la Juventud que hace apenas unas horas se clausuró en Río de Janeiro con una multitudinaria misa en Copacabana con más de tres millones de asistentes deja bien a las claras que el Santo Pontífice ha enganchado por su sencillez, por su manera clara y directa de decir las cosas a muchas personas. No es un Papa de artificios o veleidades, de gestos de cara a la galería o de poses perfectamente estudiadas. Nada de eso. Este Papa está al cabo de la calle de todos los problemas de la sociedad actual y ha conseguido algo que hasta ahora parecía imposible, poner de acuerdo a medios de una y otra tendencia.
Francisco I ha quitado esa barrera invisible entre el Vaticano y los fieles. Nos guste o no, el papado de Juan Pablo II estuvo marcado por una serie de episodios muy turbios dentro de la Iglesia. Sólo hay que recordar los casos de pederastia que se encubrieron durante este período o los oscurantismos respecto a la propia financiación eclesiástica. Sí, es verdad que para muchos quedará el mandato del Papa polaco como el de aquel que impulsó la celebración de la JMJ o que empezó a actuar como pieza clave en la caída del telón de acero, el Papa que, en definitiva, empezó a poner en jaque el comunismo más rancio.
Después, con la llegada de Benedicto XVI a la cúspide del Vaticano, la Iglesia siguió dando pasos hacia el progreso, pero con muchas dificultades. Muchas trabas le fueron poniendo al Papa para acabar con determinadas cuestiones y eso, poco a poco, fue minando su moral (y sobre todo su salud) para acabar renunciando a su papado con apenas 8 años en la poltrona de Roma. Parecía que la Iglesia se resistía a las modernidades y se llegó a especular conque en el siguiente cónclave se elegiría a un Papa que estuviese más cercano a la cerrazón que a la apertura de la Santa Madre Iglesia.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, ya que no estaba ni de lejos en las apuestas, salió elegido Francisco I y desde el primer momento ha empezado a darle un giro a la gestión vaticana, cortando incluso de raíz los métodos poco claros en la Banca Ambrosiana. Desde luego queda mucho por hacer y la Iglesia sigue teniendo muchos problemas, demasiados, pero al menos es ilusionante y esperanzador que por fin haya un Papa que se atreva a plantarle cara a los poderes fácticos y oscuros que siguen queriendo evitar que el reloj eclesiástico se ponga en pleno siglo XXI.
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