La golfada de la LFP al Atlético de Madrid
Lo de la gala de premiados de la pasada temporada 2013-2014 de la Liga de Fútbol Profesional ha desnudado definitivamente la catadura moral de determinados personajes a los que el mérito contraído por el Atlético de Madrid directamente se la bufa. Esta pandilla de golfos y vividores de buen comer y mejor beber decidieron por unanimidad ciscarse en el equipo de Enrique Cerezo para echarse en los brazos de Florentino Pérez y darle todos los galardones al club merengue. Para disimular, las migajas, el galardón de mejor entrenador, a Simeone. Al resto del plantel, que le fuesen dando por donde amargan los pepinos. Hay que ser caraduras y seguir en sus cargos, Javier Tebas el primero, como si nada pasara.
Los atléticos estamos acostumbrados a estas golfadas, aunque no por ello hay que dejar de denunciarlas, ni mucho menos. Podemos estar de acuerdo en que Cristiano Ronaldo se merecía uno y dos premios, pero que ya se le diesen reconocimientos a Sergio Ramos o a Keylor Navas me parece, directamente, un insulto a la inteligencia de los aficionados. Pero claro, aquí pagará quien pagará y los patrocinadores de la gala quieren gente mediática, no los auténticos artistas del balón.
La golfada que ha perpetrado la LFP me recuerda a lo que hizo la FIFA, otro ente que tal baila, y que decidió darle el balón del oro del Mundial a Lionel Messi cuando el astro bonaerense estuvo más desaparecido que Rambo en Camboya. Aquí, como Godín, Miranda o Filipe Luis, Courtois o Koke no venden tantas camisetas, los que organizan el chiringuito han optado por taparse las narices y votar a quienes no se han merecido en esta ocasión esos títulos. Esto es como si, por ejemplo, deciden votar como mejor club europeo al Atlético de Madrid después de haber perdido la Champions ante el Real Madrid. ¿Verdad que nadie lo entendería? Pues eso, una astracanada y una golfada de campeonato.
Pero nada, con su pan se lo coman estos mangantes, estos verdaderos trileros del fútbol que son capaces de venderse al mejor postor o impostor. Unos desahogados que han convertido el balompié en un mercadillo persa con alma de fenicios, capaces de vender a su propia madre si hiciera falta.
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