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Desde mi escaño

Sentencias por el Madrid Arena: una puta vergüenza

Sentencias por el Madrid Arena: una puta vergüenza

La Justicia en España sigue teniendo varios escalones que se corresponden, precisamente, con esa máxima de tanto tienes, tanto vales. La sentencia que seguramente condene al promotor del trágico concierto del Madrid Arena, Miguel Ángel Flores, tras duplicar el aforo permitido en esa infausta noche del 31 de octubre de 2012 no llega ni a un año por chica fallecida.

La propuesta es meterle cuatro años de prisión y al resto de personas implicadas, entre ellas el inepto del médico que se dedicó al arte contemplativo (sí, el de contemplar como las niñas se le morían sin hacer prácticamente nada), sólo les caerán, a lo sumo, tres años. Es decir, que en menos de dos años, seguramente, toda esta caterva estará en la mismísima calle. A los familiares de las chicas fallecidas, las despachan por cabeza con menos de 175.000 euros. Sí, es lo que ustedes están pensando, una puta vergüenza.

No es de extrañar que la aún alcaldesa de Madrid, Ana Botella, optase por la discreta retirada. Es obvio que una vez se le dé oficialidad a estas cifras antes expuestas, a muchos madrileños les entrasen unas ganas bárbaras de botar a la política al cubo de la basura, concretamente a recipientes no retornables. Su gesto de largarse nuevamente a Portugal después de decretar tres días de luto en la ciudad fue de tal desvergüenza que no es de extrañar que a lo largo de estos 730 días siguientes le haya perseguido como un fantasma el recuerdo de su pésimo papel y la nulidad de explicaciones a quienes se lo merecían, los padres de esas chicas.

Lo más fascinante de esta decisión judicial es que no hay ni un cargo político que pague el pato. Todos han salido librados, el Ayuntamiento de Madrid queda absuelto de cualquier responsabilidad que, aunque cierto es que el recinto había sido arrendado a este sujeto tan poco recomendable como es Flores, tampoco podemos eludir el hecho cierto de que no existió un control por parte del Consistorio. Un simple control rutinario hubiese bastado para comprobar lo que se estaba haciendo mal, entre otras cosas, la venta indiscriminada de entradas y la falta, por ejemplo, de vigilancia privada o de tener un equipo médico en condiciones y no a un, con todos mis respetos, viejales que sólo tenía el kit de la señorita Pepis para atender a crías que acabaron aplastadas por una mole de cientos de jóvenes. Una puta vergüenza, insisto y recalco.

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