María Montero: la valentía que hace falta en el periodismo tinerfeño
Destapar un chanchullo político en un sitio tan pequeño como Tenerife y no tener posteriormente problemas es casi imposible. Bueno, en realidad, prácticamente cuesta un mundo meterse a desmontar los cáncamos del poder establecido porque los políticos de la isla del Teide están acostumbrados a colgarse de un teléfono, llamar al director de turno y pedir la cabeza del valiente periodista que haya sido capaz de poner contra las cuerdas al establishment.
He visto como periodistas de anchas espaldas (en sentido literal y figurado) se atrevían con todo hasta que el cacique de turno le pasaba la mano por el lomo y una cuantiosa gratificación por debajo y ya se aseguraba el silencio. Claro, no es lo mismo hacer radio en un taller de El Sobradillo que en pleno centro de Santa Cruz de Tenerife. Sé de las presiones que hay cuando se tienen que pagar facturas, que hay una familia por detrás y que la precariedad en la profesión es más que evidente. Pero también es verdad que la dignidad no siempre está en venta y hay personas que pasan olímpicamente de las amenazas de politicuchos de medio pelo y se atreven a cantar y a contar lo que sucede en la isla.
Esto es lo que ha hecho la periodista María Montero, que le ha echado todo el arrojo del mundo para sacar a la luz un escándalo tremendo, una estafa en toda regla, la venta de vino manchego que algún listo quiso hacer pasar por canario. El artículo, publicado en la edición nacional de El Mundo, causó una gran repercusión y poco a poco, cuales fichas de dominó, han ido cayendo los responsables hasta llegar al consejero de Agricultura del Cabildo de Tenerife, José Joaquín Bethencourt, quien por vergüenza torera ha tenido que dimitir ante este sonrojante hecho.
Desde la distancia, desde los 2.000 kilómetros que separan Madrid de Tenerife, sé que María habrá soportado presiones de todo tipo porque esas cosas funcionan así. Incluso, si tu director es de un medio peninsular, estos sujetos tienen la santa caradura de querer engañar al responsable de la publicación con una realidad falsa y falaz, incluso llegando al manido tópico de amenazar con retirar la publicidad institucional si el medio mantiene al redactor ‘toca webs’.
Lo bueno, en el caso de María, es que ella es independiente, no tiene a quien rendirle cuentas y, aunque sé que algunos medios le cerrarán las puertas porque el miedo al cacique de turno es así, también habrá quien confíe ciegamente en ella para que siga desvelando las tramas cuasi mafiosas de quienes detentan el poder de manera medieval.
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