Wismichu: la excrecencia youtubera hecha teatro
Las redes sociales, como tal, no tendrían porque ser negativas en nuestra vida cotidiana. Al contrario, gracias a ellas permanecemos en contacto con familiares, amigos, compañeros de trabajo, se traban amistades, sirven incluso para alertar de una fatalidad, animan la interacción durante un apasionado debate político o, sencillamente, son la expresión de sana rivalidad deportiva cuando se está disputando un partido por todo lo alto.
El problema que existe en este mundo virtual es que, al igual que el inmenso océano donde se vierte porquería sin control alguno y los de Greenpeace no pueden cubrir toda la superficie acuosa, en Internet sucede lo mismo, que es tan infinito el espacio que al final siempre surge, con perdón, toda la mierda que te puedas imaginar, gente con pocos o ningún escrúpulo, capaz de mostrar no sólo su peor cara, sino que también animan a llevar a la ruina a un número de inocentes criaturas que tal vez se diviertan con unas gracietas a los que ellas no dan más entendimiento que la procacidad de un mamarracho que les provoca risotadas sin freno.
Sin embargo, más allá de esas carcajadas provocadas por la ordinariez de un tipo que sube vídeos a Youtube, lo que está verdaderamente en juego es conocer por qué un tiparraco de estos juega ante su público a hacer ver que se masturba, que riega de leche condensada (haciéndolo pasar realmente por otra cosa) a su público o que recrea que su audiencia femenina está poseída e invita a las pardillas a que le hagan felaciones, al menos a hacer la simulación o la recreación del gesto.
Esto, que podría ser una exageración llevada a la radicalidad no es más que una realidad palpable y notable y que sucedió los días 4 y 5 de marzo de 2016 en Santa Cruz de Tenerife. Un youtuber con millones de seguidores, un tal Wismichu, actuó en el Teatro Guimerá de la capital tinerfeña y, para sorpresa y terror de los padres de los niños que acudieron a ver el bochornoso espectáculo, allí se vio y se oyó absolutamente de todo, términos que iban desde el coño a la mamada, pasando por la felación o unos tipos meneándosela encima del escenario.
Esta es la mierda que existe dentro de las redes sociales, un tipo que puede tener, me da igual, millones de followers o de suscriptores y cuyos vídeos son virales en menos que canta un gallo. Pero como dice un buen amigo mío, Ángel Suárez, que a millones de moscas les guste comer excrementos no quiere decir necesariamente que eso sea bueno. Wismichu, insisto, tendrá fieles a porrillo, pero chusma como él, sinceramente, está sobrando en el ciberespacio, amén de que los padres también deben estar más encima de los pequeños, claro.
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PILAR -