La desagradecida de Teresa Romero, 'miss ébola', ataca de nuevo
¿Qué demontres busca ahora Teresa Romero? ¡Ah! ¿Qué no saben quién es Teresa Romero? Muy sencillo. Esta señora no es más que la encarnación de lo más desagradecido que haya pasado en los últimos tiempos por la vida. Es de este tipo de personas (y hablo con conocimiento de causa) a las que le haces un favor y encima te acaban tratando a coces. En el caso de Romero, el favor que se le hizo fue volcar todos los recursos posibles para salvarla de una muerte casi segura al haberse contagiado por el bola y encima, después de salir de la enfermedad, ha ido dando patadas contra la sanidad madrileña y la nacional.
El problema que tiene esta señora es que se cree en el derecho de sacarle una buena tajada a la Administración y no tiene empacho alguno en decir en sede judicial que no sabía nada sobre el ébola cuando apareció en España en 2014. Acusa a los responsable sanitario de que los cursos de formación sobre el ébola no eran obligatorios para los profesionales que, como ella, tenían que atender a pacientes con el virus. Dice que la formación consistía en el día a día. Hubo algunas charlas. Pero no hubo formación específica.
Claro, a este señora habría que explicarle que hasta ese momento el ébola en España era tan conocido como el sánscrito. Tuvimos conocimiento cercano del virus con la muerte de de dos religiosos y, sinceramente, para habernos pillado en paños menores, los profesionales de la Sanidad se pusieron rápidamente las pilas y sólo hubo que lamentar esos dos fallecimientos. Pero es igual, a Teresa Romero sólo le interesa sacarle parné a quien sea, a la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, al Ministerio de Sanidad o al mismísimo Sursum Corda.
Un año y medio después, desde octubre de 2014, la señora Romero se persona en los juzgados, con el apoyo de los sectarios sindicatos de la Sanidad (un nido de vagos atorrantes), para demostrar lo que es, una persona desagradecida a más no poder, alguien que lleva grabado a fuego en la sangre no agradecer a quienes le salvaron la vida. Total, pura minucia.
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