Pablo Iglesias, el Mortadelo de la política española
Es el Mortadelo de la política española. Tiene tantos disfraces que hubiese hecho las delicias del mismísimo personaje creado por Francisco Ibáñez. Pablo Iglesias Turrión, líder de Podemos y candidato a la Presidencia del Gobierno de España, se ha vestido con tantos trajes impostados que, a estas alturas, perdón por la cuña, ya habrá tenido que contratar un trastero con Bluespace para poder guardarlos todos o, de lo contrario, no cabrían todos en su modesto piso del barrio de Vallecas.
La última adquisición de Iglesias ha sido en una tienda de Picadilly Circus, en pleno centro de Londres, donde se ha hecho nada más y nada menos que con una preciosa chaqueta a juego con los pantalones, un conjunto probritánico, ideal para protestar contra aquellos que han apoyado el Brexit. Sí, resulta que el cabeza de lista de los podemitas ha sido siempre un ferviente defensor de la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea.
El problema de los disfraces de Iglesias es que cuando te fijas atentamente observas dos cosas importantes. Una, que el traje en cuestión está falsificado, que cuando en realidad te das cuentas de la composición, ves que lo que era pura lana virgen, no es más que mero pellejo, que la materia principal es populismo. La otra cuestión es que sus prendas siempre tienen una mácula, la mancha de un pasado indeleble y de la que hay rastros perpetuos en Internet.
¿O cómo se puede comer que el señor Iglesias, tan europeísta él, tan pro Reino Unido incardinado dentro de la Unión Europea, dijese sólo cuatro meses antes que si por él fuera el Reino Unido debería estar fuera de la UE? Sí, Pablo, tú que sabes tanto de pasados manchados en cal viva, tú también tienes un pasado, un pasado en el que le dijiste a Margallo, en referencia a la cuestión británica, ese ya famoso “¡qué se vayan!”.
En fin, Iglesias, que está genial querer ser el Mortadelo de la política, pero como decía el gran Lincoln, se puede engañar a unos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo. Y en tu caso, Pablo, me da la sensación de que tu tiempo se va acabando y que cada día que pasa quedas más que retratado.
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