Tisana para el comando anti Trump
Hoy es un día de luto para mucho elemento que va por la vida de demócrata, pero en realidad la única democracia que manejan es la de que todo es limpio y se ajusta a los principios de la honestidad si ganan los míos. Si son los contrarios, entonces hay que cambiar inmediatamente las reglas del juego.
El comando anti Trump, tanto dentro como fuera de los Estados Unidos (aquí en España tenemos al comando Ferreras y sus chicas siempre ‘imparciales’ y ‘neutrales’: Ana Pastor y Helena Resano), debe estar tomando a estas horas cantidades industriales de tisana y de tranquilizantes diversos al ver por televisión la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos.
Como diría Jack El Destripador, vayamos por partes. A mí un personaje como el pelo zanahorio y lacado de Trump no me gusta un ápice. Igual que como seguidor del Atlético de Madrid me avergonzaba tener como presidente, que Dios le tenga en su gloria, a alguien como Jesús Gil y Gil, considero que la Casa Blanca no se merece la humillación de tener que acoger a alguien tan caricaturesco y surrealista como Trump.
Ahora bien, tanto Gil como el nuevo mandatario norteamericano parten del mismo principio, ganaron democráticamente en las urnas. Es verdad que el dirigente rojiblanco le escamoteó el club a los socios (o estos se dejaron robar la propiedad), pero Trump no podrá hacer eso. En los Estados Unidos funcionan muy bien los contrapesos y cuando el magnate devenido en presidente trate de hacer algo perjudicial para los intereses norteamericanos, le caerá encima el peso de la ley.
Por eso, todos estos progres que se ponen a dar lecciones de democracia, me encantaría que las hiciesen refiriéndose a Cuba, a Venezuela, a Irán o a Corea del Norte, regímenes donde una negativa al dictador de turno puede suponer la pena capital. Pero claro, esos países son guays para quienes no lo sufren desde dentro. Además, como no podía ser de otra manera, a nosotros nos puede, y mucho, el espíritu antiamericano. Y es que seguimos siendo a veces tan palurdos que preferimos vociferar bestialidades contra el gigante mundial, entre otras razones porque sabemos que ni tan siquiera está pendiente de las bravatas de unos insignificantes como nosotros.
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